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La
guerra contra Irak destapa contradicciones imperialistas
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A
la luz del desenvolvimiento de la sociedad actual sobre los cauces
de afirmación del sistema capitalista, la teoría
leninista del imperialismo no simplemente manifiesta su plena
vigencia, sino que se ha cargado aún más profundamente
de su sentido histórico.
El análisis leninista de la época es central e imprescindible
para el desarrollo consecuente de la revolución proletaria.
La teoría leninista del imperialismo plantea en toda su
envergadura histórica la naturaleza interna, los rasgos,
leyes y manifestaciones del capitalismo imperialista de nuestros
días, es la herramienta insustituible de los comunistas
tanto para comprender la naturaleza de la guerra actual, como
para orientar la lucha de clases del proletariado.
La guerra de rapiña contra Irak es uno de los puntos más
sobresalientes donde las contradicciones interimperialistas han
confluido de manera tan nítida, como no había sucedido
en las últimas décadas, después de que las
contradicciones del imperialismo aparecieran distorsionadas en
lo político e ideológico por el periodo que comprendió
la llamada “guerra fría” que enmarcó
la lucha por la hegemonía mundial entre la URSS socialimperialista
y los Estados Unidos.
Las superpotencias, los monopolios, el capital financiero aparecen
en esta guerra como sus verdaderos artífices, como los
responsables de la miseria de las masas.
La guerra de las superpotencias por el control de Irak y de ahí
del control de Medio Oriente y Asia Central, considerando en el
centro al bloque anglonorteamericano impulsor inicial de la guerra,
de un lado al bloque francoalemán en su línea diplomática
de penetración “pacífica” y contundente
de sus principales monopolios, y de otro lado a las potencias
regionales China y Rusia en su desesperada lucha por alejar a
los “occidentales” de sus mercados y de sus más
próximas bases militares; plantea las cuestiones más
importantes de la política imperialista actual.
Estas cuestiones son: La salida a la crisis económica de
las superpotencias a costa de la clase obrera y los pueblos del
mundo, la agudización de las contradicciones entre las
superpotencias y sus monopolios, la agudización de los
antagonismos con las burguesías de algunos países
y sus Estados, la lucha por los mercados de venta y las fuentes
de materias primas, las pretensiones de extender las cadenas financieras,
la lucha por tener indemnizaciones de guerra, el apoderarse de
las industrias de los países dependientes, la búsqueda
y creación forzosa de nuevas industrias, la rivalidad por
la hegemonía mundial, y las imbricaciones de la carrera
de los armamentos.
La guerra contra Irak pone en un primer nivel la lucha por el
control geoestratégico de Asia Central y el Medio Oriente
por su importancia petrolera, para el comercio de armas y para
la recuperación económica de las superpotencias.
Las superpotencias en su conjunto son responsables de esta guerra,
su política expansionista las lleva a agredir a los pueblos
y a disputarse sus riquezas; Si bien los más belicistas
e inmediatos responsables resultan ser los imperialistas del bloque
anglonorteamericano, por lanzarse a la conquista militar de Irak,
quedó claro que ninguna de las otras superpotencias hizo
nada trascendental a nivel de sus diplomacias por impedir el estallido
de la guerra, siendo además que en varios sentidos empujaron
al bloque agresor a continuar con sus preparativos buscando sacar
partido por medio de la consolidación de una cobertura
“pacifista” (Unión Europea) y aceptando los
artículos de fe del imperialismo yanqui de la “lucha
contra el terrorismo”.
Esta guerra no debilitará las contradicciones interimperialistas
dado que está en disputa el control de los recursos petroleros
de Irak de un lado por los que ya se han establecido en ese país
Totalfina Elf de Francia, Loukoil de Rusia y National Oil Co.
de China, y por el control del Deushe Bank, la banca de París
y otros monopolios europeos de su mercado y sus recursos financieros,
y por el otro de los que están con las manos vacías
que son Exxon Mobil, Chevron, Texaco, BP Amoco y Royal Dutch Shell,
estos últimos que fungen en estos momentos como los verdaderos
comandantes de las fuerzas militares anglonorteamericanas.
La guerra acaudillada por Exxon Mobil, J.P. Morgan, Citi Group
y los industriales de las armas en busca del control de los recursos
petroleros no va a cesar. Las potencias imperialistas requieren
dichos recursos porque esto les permitirá reactivar sus
economías apostándole a la reducción de costos,
las indemnizaciones (desde la anterior guerra, Irak ha pagado
a Estados Unidos un mil millones de dólares en este ámbito)
y el reparto de Irak que proporcionaría 2.9 billones de
dólares de entradas por la explotación petrolera,
que en lo inmediato aseguraría ganancias por un valor de
29,000 millones de dólares a los principales monopolios
al frente de la guerra en el primer año, asegurándose
con esto dos tercios de las ganancias anuales que ellos tienen.
Poco importa que los capitalistas europeos utilicen mejores instalaciones
para ahorrar petróleo y que los yanquis empleen tecnologías
atrasadas que gasten demasiado combustible, lo importante de la
guerra del petróleo es que quien lo controle no lo hará
simplemente para utilizar mayores o menores cantidades de combustible,
sino para su venta, vale recordar lo dicho por Marx, para el capitalista
lo esencial es el valor de cambio y no el valor de uso de las
mercancías, es decir, la obtención de ganancias.
A las superpotencias no les importó echar por los suelos
su propia instancia internacional para dirimir diferencias, la
ONU quedó rebasada por las contradicciones e intereses
que se pusieron en juego. Pudieron más las ambiciones imperialistas
de los grandes bancos, las petroleras y las empresas productoras
de armas que toda la diplomacia burguesa del derecho internacional.
Irak y sus pretensiones de aumentar los precios del petróleo,
y el conjunto de países que integran la OPEP son enemigos
comunes para todas las superpotencias y por ello están
en su mira.
Lo que realmente les importa a todos los imperialistas es que
el petróleo por su importancia estratégica para
la producción capitalista, se ha convertido en el respaldo
efectivísimo para consolidar unas u otras monedas internacionales.
Quien controle el petróleo del mundo estará en condiciones
de saturar los mercados financieros con sus monedas, como lo había
estado haciendo EE. UU. desde 1945 hasta ahora.
Desde luego, para cada superpotencia las cuestiones inmediatas
a resolver son diferentes en algunos aspectos; en tanto que los
imperialistas yanquis buscan resarcirse de los crecientes problemas
de la enorme circulación a escala internacional de dólares
sin respaldo (cientos de billones de dólares), los europeos
llevan adelante su ofensiva por fortalecer la presencia del euro
y especialmente por obtener el cambio de petrodólares a
eurodólares (Irak, Irán y Corea del Norte y algunos
otros países en menor grado, estubieron cambiando sus cuentas
internacionales a euros), el resto de superpotencias implicadas
en la misma línea buscan fortalecer sus monedas y aumentar
la circulación de las mismas hacia adentro y hacia fuera
de sus países.
La clave en el asunto de la guerra de las superpotencias por imponer
unas u otras monedas se puede ver a raíz de las condiciones
de la economía yanqui que a pesar de su fuerte déficit,
debido a que el dólar cubre el 80% de las transacciones
en el mercado de divisas y la mitad de todas las exportaciones
mundiales se realizan en dólares, asegurándose así
la emisión de éstos y con ello el que su déficit
en la balanza comercial no tenga las peores consecuencias. Con
ello y otros factores de la acumulación de capital yanqui
así como la captación de capitales exteriores hacia
la gran metrópoli es como Wall Street se ha convertido
en el principal centro de especulación de los precios del
petróleo.
A su vez en esta guerra están en juego el control monopólico
de la producción y venta de armas convencionales y/o nucleares,
entran en contradicción Rusia, Estados Unidos- Gran Bretaña,
Francia, Alemania y China, que detentan los primeros lugares.
Irán y Corea del Norte por mantener en ascenso su producción
militar son considerados indeseables por las superpotencias al
hacerles competencia.
Esta guerra trae consigo la marca de una nueva avanzada de las
superpotencias occidentales al continente asiático por
apoderarse de sus mercados y sus materias primas, las disputas
yanquis contra Corea del Norte están marcadas por la propia
dinámica proteccionista antiyanqui de su menguada economía,
como por la aproximación de aquel país con la burguesía
rusa en torno al ferrocarril transcoreano, en una posible unión
con el ferrocarril transiberiano y el establecimiento de mayores
lazos económicos.
En torno a Irak se establecen los intereses encontrados de las
principales superpotencias. La victoria yanqui e inglesa en esta
guerra no puede traer una paz con principios de igualdad, (como
lo muestran claramente las escenas preñadas del fascismo
y racismo imperialista contra el pueblo de Irak y como se puede
palpar a la luz de las confesiones de los timoneles del imperialismo
respecto al control del petróleo), porque está fincada
en la continuidad de la guerra económica en una correlación
de fuerzas favorable a ese bloque. Si las cosas se dan como hasta
ahora se presenta predecibles dado el desmembramiento del ejército
Iraquí, la ausencia de la acción defensiva del pueblo
a gran escala, la ruina económica de Irak, su aislamiento
de aliados seguros y la falta de un viraje radical en dirección
de la organización contra la guerra; la situación
de Alemania en Europa del este comenzará a titubear por
la afluencia de dólares más firmes, la expansión
del euro perderá vigor, Francia tendrá que renunciar
a algunas de sus colonias en África, Japón se volverá
más dependiente de las petroleras norteamericanas pese
a su respaldo a los imperialistas yanquis, China tendrá
que soportar la presencia de las flotas norteamericanas y Rusia
dejará de ser el principal socio comercial de Irak, no
tendrá ni la más remota posibilidad de recuperar
el capital de deuda que tiene invertido en Irak , y definitivamente
perderá las posibilidades de recuperar Asia Central.
Por esto, bajo estas inminentes amenazas, los imperialistas europeos
negociaron la cuestión de Irak en la doble política
de influir sobre Irak y su cambio de gobierno y en la amenaza
a los imperialistas de que no permitirían que sus intereses
sean tocados, además de cerrar su mercado a la economía
yanqui.
A pesar de ello, la política angloamericana es tajante,
lo que no permitirán es que las potencias europeas participen
en un nuevo gobierno en Irak, los contratos petroleros hechos
por Sadam Husseim serán desechados y sólo se aceptaría
una participación europea que permita la supremacía
angloamericana siempre y cuando se compartan los gastos de guerra.
Se debe resaltar que este comportamiento de los imperialistas
yanquis e ingleses se debe a que pese a sus crecientes dificultades
económicas y su crisis, en que en la actualidad siguen
detentando la comercialización petrolera, a que la economía
norteamericana por sí sola absorbe un cuarto de las exportaciones
del resto del mundo, tiene una deuda de 2.7 billones de dólares,
detenta el mayor complejo industrial del mundo, mantiene el más
grande presupuesto militar, el dólar es la primera moneda
utilizada como divisa (64% de reservas monetarias mundiales son
dólares) y sus monopolios están expandidos por todo
el mundo.
Estos son los principales elementos del reparto imperialista de
Irak, sus recursos petroleros y su posición geoestratégica
que tienen a las principales superpotencias en una disputa encontrada
y a la vez coincidente en cuanto al dominio de ese país.
La guerra contra Irak se desarrolla en el contexto de una creciente
fascistización de los regímenes establecidos en
las superpotencias, sus sociedades se enfrentan a las amenazas
de militarización, las masas y sus dirigentes son perseguidos
y encarcelados, las organizaciones combativas son objeto de agresión,
la ideología irracional decadente vuelve a ponerse al centro,
el racismo y la xenofobia se acrecientan y todos los males sociales
como la pauperización se agudizan.
Los imperialistas yanquis reafirman por encima de cualquier instancia
internacional y de sus propias normas del “derecho internacional”
a ejercer su poder, a llevar la guerra a cualquier rincón
del planeta, a someter a los pueblos del mundo a su voluntad y
a no permitir que sus competidores les disputen la hegemonía
mundial.
Cualesquiera que sean los resultados de la guerra la consecuencia
será la agravación de la inseguridad de los pueblos,
esta guerra despeja en definitiva las dudas de algunas capas de
la sociedad con respecto al régimen fascista imperialista
de EE. UU.
En lo específico de las consecuencias posibles de la guerra,
queda fijo el comportamiento de las grandes potencias en la búsqueda
de la hegemonía mundial, donde en cualquier resultado,
la clase obrera y los pueblos del mundo se enfrentarán
a los dictámenes imperialistas, en la victoria angloamericana
o la imposibilidad de alcanzarla, se cerán obligados a
pasar factura a los pueblos.
Las condiciones que se presentan y el trabajo revolucionario que
se debe desplegar pueden cambiar radicalmente la conciencia de
las masas proletarias, campesinas y medias, a favor de la acción
de éstas en la lucha antiimperialista y anticapitalista,
conduciéndose a la revolución proletaria.
La lucha antiimperialista internacional con banderas revolucionarias
y la resistencia y enfrentamiento de los pueblos de Irak son lo
único que puede parar esta brutal guerra imperialista y
las pretensiones de cualesquiera superpotencias. La lucha antiimperialista
seria sólo puede ser conducida por la clase obrera en acción
que rompe con los intereses mezquinos del pacifismo pequeñoburgués.
A la lucha por la posesión de los campos petroleros de
Medio Oriente y Asia Central seguirá la de los de Venezuela
y México, por cualesquiera métodos imperialistas.
La solidaridad con los pueblos de Medio Oriente debe expresarse
en las huelgas de tipo político y la movilización
organizada por los Frentes Populares revolucionarios. El Partido
y el FPR impulsamos una plataforma antiimperialista e internacionalista
que afronte las tareas por transformar el actual orden mundial
capitalista imperialista y no por supuestos equilibrios o conciertos
de superpotencias.
Los acontecimientos llaman a la clase obrera y a sus partidos
comunistas a recuperar su papel en la historia.
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