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Número 166 de mayo 2003

 
 

 

La agitación comunista en tiempos de guerra

 

Hoy, la situación internacional pinta el panorama más crudo en Irak, tras la ocupación de las tropas angloamericanas, pone en relieve las intenciones del polizonte del mundo, el imperialismo.
Pero el gigantesco aparato de propaganda de que disponen los capitalistas no logra ocultar las verdaderas razones de la guerra: el petróleo y el estratégico espacio geopolítico que representa Medio Oriente. Hasta la gente más sencilla de la calle tiene una idea de los motivos de la guerra. El obrero, el ambulante, el mozo, el taxista, el ama de casa, etc.; los más amplios sectores se interesan por la guerra, sus causas y consecuencias. Es frecuente escuchar ya no sólo en el ambiente estudiantil, sino en los más diversos lugares a gente común hablar de la guerra. Sin embargo, es también claro ver que no basta con condenar al imperialismo, eso lo han aprendido ya, sino que nuestra tarea debe ser más amplia, de concientizar en torno a la lucha organizada contra el capital.
Agitar es tomar un hecho, de importancia significativa y de especial cercanía en la vida cotidiana de las masas, para explicarlo en el contexto general, demostrando científicamente con razones y argumentos, no sólo con maldiciones; que la esencia del imperialismo, como la más desarrollada forma de capitalismo, tiene precisamente esa lógica: la conquista violenta de nuevos mercados, la obtención por la fuerza de materias primas, en este caso energéticos, etc. En una palabra, el nuevo reparto del mundo ya repartido. Recordemos que Lenin nos enseña:
“…el agitador, al hablar de este mismo problema, tomará un ejemplo, el más destacado y más conocido de su auditorio, inanición, el aumento de la miseria, etc.- y, aprovechando ese hecho conocido por todos y cada uno, orientará todos sus esfuerzos a inculcar en la “masa” una sola idea: la idea de cuán absurda es la contradicción entre el incremento de la riqueza y el aumento de la miseria; tratará de despertar en la masa el descontento y la indignación contra esta flagrante injusticia, dejando al propagandista la explicación completa (en nuestra prensa) de esta contradicción.” (Lenin, ¿Qué Hacer?, Capítulo III, inciso b).
En el contexto de la guerra, para las masas embrutecidas por el trabajo explotado, oprimidas por el inhumano sistema capitalista, se presentan las condiciones más importantes para clarificar el carácter clasista de los gobiernos, el padecimiento de toda la humanidad del ansia de la superganancia del capitalismo. En estas condiciones, los comunistas tenemos el terreno propicio para llevar nuestra política a los obreros y las más amplias masas populares, en estos tiempos de crudo realismo, el pueblo es más receptivo que de costumbre para participar, por lo menos con su voz, en las discusiones de la más alta importancia.
Del lado burgués, tenemos desde la apología a ultranza, hasta la “crítica” de terciopelo. En algunos “analistas”, -más bien propagandistas burgueses-, se puede ver que se ven forzados por los acontecimientos a volver a hablar de imperialismo, de hegemonía, de imposiciones y arbitrariedades que violan el mismo derecho internacional creado por esos mismos países. Otra posición que hay que tener en cuenta es la postura “apolítica” o pacifista, típicamente pequeño burguesa, que se opone a la guerra por la violencia misma, sin decir una palabra de la guerra de clases, abierta o velada, que impone la burguesía a la clase obrera con la superexplotación y pauperización constante. En efecto, les salen lágrimas de cocodrilo cuando ven a un niño en la televisión víctima de un bombazo made in usa, pero callan ante la explotación y el hambre cotidiana en sus mismas ciudades de niños que trabajan en jornadas extenuantes.
Pero no basta con dar ejemplos ni tomar una pose de “sabelotodo”, no es lo más productivo para nuestra causa el explicar las cifras de la bolsa de valores; pero tampoco se debe rebajar el nivel de nuestra ciencia deteniéndose en detalles, tales como el alcoholismo de Bush, su afición juvenil a las drogas o su discurso mesiánico. Hay que hablar en términos sencillos sobre la lógica del capital, cómo su dominio se extiende a todo el mundo, cómo modifica los rasgos nacionales de cada cultura, cómo reduce a la sociedad a dos grandes campos, proletarios y burgueses, pero sobre todo, de qué lado y cómo hay que oponerse a la guerra, oponiéndose en la práctica contra el capitalismo. En resumen, demostrar la que la guerra es un recurso del capitalismo para imponer su política; como decía Clauzwitz, la guerra es la continuación de la política por otros medios. Por ello, se trata de anteponer a la política burguesa, la política histórica del proletariado: el marxismo-leninismo.


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