Hoy, la situación internacional pinta el panorama más
crudo en Irak, tras la ocupación de las tropas angloamericanas,
pone en relieve las intenciones del polizonte del mundo, el
imperialismo.
Pero el gigantesco aparato de propaganda de que disponen los
capitalistas no logra ocultar las verdaderas razones de la guerra:
el petróleo y el estratégico espacio geopolítico
que representa Medio Oriente. Hasta la gente más sencilla
de la calle tiene una idea de los motivos de la guerra. El obrero,
el ambulante, el mozo, el taxista, el ama de casa, etc.; los
más amplios sectores se interesan por la guerra, sus
causas y consecuencias. Es frecuente escuchar ya no sólo
en el ambiente estudiantil, sino en los más diversos
lugares a gente común hablar de la guerra. Sin embargo,
es también claro ver que no basta con condenar al imperialismo,
eso lo han aprendido ya, sino que nuestra tarea debe ser más
amplia, de concientizar en torno a la lucha organizada contra
el capital.
Agitar es tomar un hecho, de importancia significativa y de
especial cercanía en la vida cotidiana de las masas,
para explicarlo en el contexto general, demostrando científicamente
con razones y argumentos, no sólo con maldiciones; que
la esencia del imperialismo, como la más desarrollada
forma de capitalismo, tiene precisamente esa lógica:
la conquista violenta de nuevos mercados, la obtención
por la fuerza de materias primas, en este caso energéticos,
etc. En una palabra, el nuevo reparto del mundo ya repartido.
Recordemos que Lenin nos enseña:
“…el agitador, al hablar de este mismo problema,
tomará un ejemplo, el más destacado y más
conocido de su auditorio, inanición, el aumento de la
miseria, etc.- y, aprovechando ese hecho conocido por todos
y cada uno, orientará todos sus esfuerzos a inculcar
en la “masa” una sola idea: la idea de cuán
absurda es la contradicción entre el incremento de la
riqueza y el aumento de la miseria; tratará de despertar
en la masa el descontento y la indignación contra esta
flagrante injusticia, dejando al propagandista la explicación
completa (en nuestra prensa) de esta contradicción.”
(Lenin, ¿Qué Hacer?, Capítulo III, inciso
b).
En el contexto de la guerra, para las masas embrutecidas por
el trabajo explotado, oprimidas por el inhumano sistema capitalista,
se presentan las condiciones más importantes para clarificar
el carácter clasista de los gobiernos, el padecimiento
de toda la humanidad del ansia de la superganancia del capitalismo.
En estas condiciones, los comunistas tenemos el terreno propicio
para llevar nuestra política a los obreros y las más
amplias masas populares, en estos tiempos de crudo realismo,
el pueblo es más receptivo que de costumbre para participar,
por lo menos con su voz, en las discusiones de la más
alta importancia.
Del lado burgués, tenemos desde la apología a
ultranza, hasta la “crítica” de terciopelo.
En algunos “analistas”, -más bien propagandistas
burgueses-, se puede ver que se ven forzados por los acontecimientos
a volver a hablar de imperialismo, de hegemonía, de imposiciones
y arbitrariedades que violan el mismo derecho internacional
creado por esos mismos países. Otra posición que
hay que tener en cuenta es la postura “apolítica”
o pacifista, típicamente pequeño burguesa, que
se opone a la guerra por la violencia misma, sin decir una palabra
de la guerra de clases, abierta o velada, que impone la burguesía
a la clase obrera con la superexplotación y pauperización
constante. En efecto, les salen lágrimas de cocodrilo
cuando ven a un niño en la televisión víctima
de un bombazo made in usa, pero callan ante la explotación
y el hambre cotidiana en sus mismas ciudades de niños
que trabajan en jornadas extenuantes.
Pero no basta con dar ejemplos ni tomar una pose de “sabelotodo”,
no es lo más productivo para nuestra causa el explicar
las cifras de la bolsa de valores; pero tampoco se debe rebajar
el nivel de nuestra ciencia deteniéndose en detalles,
tales como el alcoholismo de Bush, su afición juvenil
a las drogas o su discurso mesiánico. Hay que hablar
en términos sencillos sobre la lógica del capital,
cómo su dominio se extiende a todo el mundo, cómo
modifica los rasgos nacionales de cada cultura, cómo
reduce a la sociedad a dos grandes campos, proletarios y burgueses,
pero sobre todo, de qué lado y cómo hay que oponerse
a la guerra, oponiéndose en la práctica contra
el capitalismo. En resumen, demostrar la que la guerra es un
recurso del capitalismo para imponer su política; como
decía Clauzwitz, la guerra es la continuación
de la política por otros medios. Por ello, se trata de
anteponer a la política burguesa, la política
histórica del proletariado: el marxismo-leninismo.