Después
del parcial reparto agrario de la reforma cardenista, la gran
burguesía agraria, los latifundistas (encubiertos) y los
terratenientes lograron consolidar su posición económica
y política. Con los recursos dinerarios, el crédito
financiero, la técnica, la maquinaria y la explotación
asalariada, consiguieron concentrar la producción agropecuaria
y ser los rectores de los precios de mercado.
La política agropecuaria de los gobiernos emergidos de
la Revolución Mexicana de 1910, resguardó a la gran
burguesía agraria, a los latifundistas y los terratenientes
de las demandas agraristas; pero, al mismo tiempo, para mediatizar
las luchas campesinas, impulsaron un reparto agrario y una débil
política de desarrollo rural, que apoyó el desarrollo
capitalista del campo y la industria. Las contrareformas constitucionales
de Miguel Alemán en el artículo 27 sobre la inafectabilidad
y el derecho de amparo a terratenientes, permitió a los
grandes poseedores de tierras conservar gran parte de sus propiedades;
y ya en 1994, la contrarreforma sobre el ejido, benefició
nuevamente a estos acaparadores, permitiendo acrecentar sus dominios
con la compra y alquiler de las mejores tierras ejidales y granjas
particulares.
Finalmente, los últimos gobiernos abandonaron a su suerte
a los campesinos, abatiendo o desapareciendo el crédito
rural, quitando el apoyo técnico y a la comercialización.
Así, sin los precios de garantía, gran cantidad
de los productos mercantiles de los campesinos cayeron en manos
de los “coyotes”, para enriquecer aún más
a la burguesía acaparadora y usuraria.
El resultado de todo lo anterior ha sido la ruina de la economía
de los campesinos medios y pobres, reduciendo sus siembras o abandonándolas,
en consecuencia, una parte importante de ejidatarios y minifundistas
no tuvieron más alternativa que limitarse a la producción
alimenticia para autoconsumo, sumándose a los campesinos
indígenas que tradicionalmente mantienen su producción
de autoconsumo, en las llamadas “zonas de refugio”.
La miseria creciente en el campo lanzó a millones de hombres
a las filas proletarias, emigrando en busca de salario a las fincas,
a las haciendas capitalistas y a las fábricas.

Durante décadas, la gran burguesía implementó
los medios para arruinar a los campesinos y restablecer la gran
producción en el campo, pero actualmente, el duro golpe
se facilitó debido a que los intereses hegemónicos
del imperialismo coincidieron con los grandes explotadores del
campo mexicano, pues los gringos requieren de mano de obra barata
mexicana en sus fincas, para mantener su gran producción
alimentaria, como parte del proceso intensivo de acumulación
de capital y establecer su dominio estratégico sobre el
mercado de alimentos en México.
En este contexto se inscribe la alianza del gobierno de México
con el imperialismo norteamericano, expresada en el apartado agropecuario
del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN),
“alianza” que se traduce en una contrareforma agraria,
que es antagónica a los intereses del campesinado, sus
ejidos y comunidades agrarias.
El TLCAN, para el campesinado pobre y proletariado agrícola,
la gran mayoría de la población rural, no es un
mero "asunto del mercado" o de "aranceles",
sino que enmarcado dentro de la lucha de clases representa una
nueva derrota, que en tiempos de relativa paz le ha propinado
la burguesía, los terratenientes y el imperialismo. En
esta situación, el campesinado no puede dejar de considerar
la necesidad de una política de alianzas con el proletariado
rural y los obreros industriales, que les permita revirar el golpe.
También, los campesinos medios y ricos pueden ser sus aliados,
debido a que, ante la desigual competencia con los grandes productores,
no les queda otra que luchar para no caer en ruina.
Para que los explotados y oprimidos del campo puedan tener un
mejor futuro, tienen que ser barridos del suelo mexicano la gran
burguesía agraria, los terratenientes y los latifundistas;
con la tierra y otros equipos de infraestructura en las manos
de los campesinos, los proletarios agrícolas y los pequeños
propietarios, organizados en ejidos y comunidades, será
posible hablar de recuperar la seguridad alimentaria, de mejorar
sus condiciones de vida y alimentar de manera sana a la población,
abastecer a la industria de materias primas, y realizar un comercio
exterior, con productos de alta calidad.
Hablar de "seguridad alimentaria", "biodiversidad",
"incentivos a la producción", "moratorias",
etc., sin tener en cuenta a las clases pobres del campo y su lucha
histórica, es pura demagogia, es estar mascullando un discurso
aparentemente democrático pero, en la práctica,
estar de lado de los intereses de los explotadores. Debe quedar
claro que esta lucha implica un proceso de acumulación
de fuerzas, de grandes combates, de avances y retrocesos y que
el verdadero triunfo del campesino invariablemente va de la mano,
en primer término, de la instauración de un gobierno
obrero, campesino, popular. Este es el camino de la victoria.
La lucha no es fácil. El gran embustero, Vicente Fox, defiende
a ultranza del TLCAN, critica a quienes "engrandecen los
efectos negativos" de esta última etapa del tratado
impuesto por los imperialistas y los oligarcas nacionales, y dice
que éste no llevará al campo a la bancarrota, cuando
hace mucho tiempo que el campo quedó hecho un desastre:
la indiscriminada importación de granos, el cierre de la
Compañía Nacional de Subsistencias Populares (CONASUPO),
que provocó la caída de los precios agrícolas
ya que los “coyotes” impusieron sus precios, el nulo
apoyo crediticio y la eliminación de subsidios significó
el abandono financiero y tecnológico, lo que llevó
a la ruina a los campesinos pobres y medios de México;
quienes fueron a parar a las filas proletarias, a trabajar en
las transnacionales agropecuarias de México y Estados Unidos.
Pero, para el embaucador y sus perfumados secretarios, Javier
Usabiaga Arroyo, el secretario de Agricultura, Fernando Canales
de Economía, y Santiago Creel de Gobernación, en
el campo "no hay crisis". Está claro que los
del “gabinetazo” no sienten la obligación de
voltear a ver a los miserables, a los rotos, a los trashumantes,
parte discordante del TLCAN, pues les regocija mirar a los pujantes
empresarios agrícolas y terratenientes, a los que producen
para la exportación, a sus amigos extranjeros. Los burgueses
y su gobierno se dan cuenta que han sembrando la inestabilidad
y revivido las luchas sociales en el campo, que hoy empiezan a
tomar mayor envergadura. El pueblo aprende que los discursos del
Primer Empresario son pura mentira.

El TLCAN es el tiro de gracia para los pequeños agricultores.
A Fox le tiene sin cuidado que mañana existan más
pobres. Por eso no va a parar el TLCAN, no va a modificar la política
agraria a favor de los pobres del campo, no va a destinar recursos
para ellos, el ¡hoy! ¡hoy!, se convirtió en
¡no hay! ¡no hay!. Por eso los pobres seguirán
engrosando las filas de los emigrantes, sin reconocerles sus derechos
políticos, humanos, migratorios, laborales y salariales
en México ni en los Estados Unidos.
Sin agitación, sin movilizaciones en el campo, Vicente
Fox, no se verá obligado a aceptar, aunque sea parcialmente,
una política acorde a los intereses de los campesinos pobres.
Vicente Fox realiza maniobras de circo, a fin de que su política
empresarial sea aceptada por "todas" las clases en el
campo. Quiere echar en un solo costal a los campesinos pobres,
medios y ricos, a la gran burguesía agrícola, a
los latifundistas y a los terratenientes, acompañados de
los pusilánimes legisladores, que no hicieron nada por
detener la entrada del acuerdo.
Lo que hará Fox ante el descontento de campesinos es mediatizar
a los radicalizados agricultores ricos y medios, echando mano
de algunas medidas que no se contrapongan con el TLCAN. Con ese
propósito Vicente Fox impulsa el "diálogo"
y un "acuerdo nacional para el campo", con el Congreso
Agrario Permanente (CAP), agrupación priísta, a
quien Fox les llamó corruptos, con los que no había
que negociar, ahora serán los “interlocutores”
para crear una política de Estado para el sector rural,
no porque dejaran de ser corruptos sino porque ellos junto con
Fox y la burguesía no quieren que este movimiento se salga
de su control. A esta organización se suman El Campo No
Aguanta Más y El Barzón (agrupaciones que sus dirigentes
las convirtieron en apéndices del PRD) y que pese a sus
diferencias en el discurso y estilos de movilización, todos
están de acuerdo en seguir el juego al proyecto foxista,
aunque les disguste que el descarado presidente quiera poner de
coordinadores en las mesas a sus señoritos secretarios.
Los dirigentes de estas organizaciones, con su política
conciliadora, se colocan al frente de la indignación rural,
pero su finalidad es conciliar los intereses de los pequeños
empresarios agrícolas, campesinos ricos y medios con el
gobierno foxista, lo que dificultará, aun más, la
organización de los pobres. En el fondo, estos cretinos,
buscan llevar agua a su molino electoral ¡los pobres poco
les importan! Para el CAP y El Barzón el gobierno tiene
la solución: dejar caer unas migajas y premios en curules
locales y federales.
Queremos dejar claro a los campesinos pobres, a los obreros del
campo y la ciudad, a los intelectuales revolucionarios a las organizaciones
sociales que este enredo, jaloneo y "diálogo"
en las cúpulas del gobierno y los oportunistas, muestra
la podredumbre del sistema económico, político y
legislativo mexicano, muestran que están alejados de una
solución real a la situación de crisis y miseria.
Por eso, tienen razón las organizaciones de campesinos
pobres que señalan que no están representadas en
estas negociaciones nacionales y que el gobierno promueve algunas
organizaciones campesinas a fin de dividir el movimiento que lucha
en contra del TLCAN y la política rural gubernamental.
Pero, unas limitan sus pugnas a la "revisión del capítulo
agropecuario del TLCAN", de la "recuperación
del sector agrícola del país", de la “seguridad
alimentaria”, sin alcanzar a ver que, la lucha contra los
explotadores nacionales y extranjeros, tiene que partir de una
base social fuerte y poderosa: la alianza obrero-campesina. Los
discursos "nacionalistas" sólo van en dirección
de echar tierra a los ojos de los campesinos pobres. En este contexto
se ubican los dirigentes charros de la Unión Nacional de
los Trabajadores (UNT), quienes apoyan las posiciones arribistas
y pequeño burguesas de El Barzón y El campo no aguanta
más.
Sectores del campo, controlados por PRI, a través Central
Nacional Campesina (CNC), pregonan grandes calamidades para el
campo con el TLCAN y critican la política del PAN, diciendo
que los campesinos pobres no se consideran en las políticas
empresariales de Vicente Fox, pero su práctica está
del lado de los explotadores en el campo. El PRI, junto al PAN,
instrumentaron la política reaccionaria que rompió
la débil alianza de la burguesía y el campesinado,
que emergió de la Revolución Mexicana de 1910, en
favor de la alianza burguesa-terrateniente-colonialista. En realidad,
las diferencias entre el PRI y el PAN son de matiz, de modo y
tiempo; en el centro de sus discusiones está la disputa
por el poder del Estado, en este año electoral. Por esos
mismos canales transitan todos los partidos electoreros, que querrán
sacar provecho de la desgracia rural.
Las grandes empresas agropecuarias, beneficiadas por la política
gubernamental son las aliadas innatas de Fox y el PAN; el interés
de incorporarlas al "diálogo" y al "acuerdo"
es mediatizar y controlar el "foro” propuesto por Vicente
Fox, por eso, la mustia posición conciliadora de sus perros
falderos del CAP, al aceptar “que participe el sector privado
del agro en las negociaciones", los pone a descubierto. Y
es que, aún cuando los radicalizados pequeños empresarios
rurales y los ricos del campo peguen de brincos, por la versión
2003 del TLCAN, son sus beneficiarios, directos e indirectos.
En el caso de los productos que se liberan el presente año,
las grandes productoras de pollo negociaron con sus pares estadounidenses
la división del mercado, a fin de garantizar las jugosas
ganancias a las "nacionales", sobre todo cuando, entre
éstas, dos de las principales productoras “nacionales”
son filiales de empresas gringas. Los productores de cerdo, más
dramáticos, auguran su quiebra con el TLCAN y amenazan
abandonar la producción si el gobierno no los protege.
Los grandes productores de hortalizas y frutas, que exportan al
mercado de EUA con ventajas comparativas y débiles competidores,
tienen asegurado el mercado gringo, y les tiene sin cuidado la
apertura con el TLCAN. En todo caso, para estos y otros privilegiados,
existen planes gubernamentales: eliminación de impuestos,
energéticos baratos, convenios bilaterales, garantías
contra subsidios, etc., a fin de “salvarles del TLCAN”.
Sin duda, el gobierno seguirá manteniendo sus privilegios
y jugosas ganancias; a cambio, los empresarios claman, a Vicente
Fox, recurrir a la represión frente a la agitación
en el campo.
Los campesinos pobres no se resignarán a sufrir el ingrato
destino que les depara la política agropecuaria y el TLCAN.
A pesar de su dispersión, la organización de los
pobres del campo avanza en distintas regiones y estados, mostrado
capacidad y decisión de lucha. A El Barzón y El
Campo No Aguanta Más, organizaciones que viven más
del prestigio, se acercan los campesinos de Atenco y es probable
que lo hagan otras organizaciones y eso no esta mal, pero debemos
establecer los puntos que nos permitirán dar pasos juntos
y recordar a El Barzón que no se nos ha olvidado que siempre
llaman a las organizaciones democráticas para unir fuerzas,
pero luego nos hacen a un lado, para negociar solos, o que resulta
que sólo estaban postulándose para diputados o presidentes
municipales o jefes delegacionales, etc. Los campesinos deben
de coordinar su acción y unirse bajo un programa de lucha,
mantenerse independientes del Estado y de los intereses imperialistas;
no permitir que las demandas sólo sean manoseadas por los
oportunistas, conciliadores y vende campesinos, que nos abandonaran
a la mitad del camino.
México registra un serio problema rural, resolverlo requiere
conocer sus verdaderas dimensiones y las fuerzas que actúan.
Se requiere poner atención a los conflictos de intereses,
sobre todo entre los grandes explotadores, el imperialismo gringo
y contra los campesinos pobres y proletarios agrícolas.
Hay que luchar por liquidar los latifundios familiares y los terratenientes.
Debemos luchar por la entrega de tierras a los campesinos, por
la eliminación de guardias blancas, luchar en contra de
la división entre campesinos por problemas territoriales,
etc. Este es un problema urgente que hay que abordarlo de inmediato:
en varias regiones del país el ambiente se ha tornado explosivo,
urge la organización del campesinado pobre y los proletarios
agrícolas.
Sólo con la unidad combativa de los campesinos pobres,
en alianza con los proletarios agrícolas y obreros industriales,
podrán hacer valer sus derechos políticos, el más
fundamental, su derecho a conducir la política agropecuaria
del Estado, su derecho a completar el reparto agrario, que implica
vencer la alianza gran burguesa-terrateniente-latifundista-imperialista.
El Frente Popular Revolucionario (FPR) es una de las organizaciones
que representa los intereses de los pobres del campo; debe movilizarse
por la construcción de una organización nacional
de los pobres del campo. El FPR junto a otras organizaciones tiene
la gran responsabilidad de impulsar su unidad nacional, empujando
una reunión nacional de los pobres y proletarios del campo.
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