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Número
162 Diciembre de 2002 |
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EL
TLCAN Y EL CAMPO MEXICANO
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Desde
que en 1994 los gobiernos de México, Canadá y Estados
Unidos, pusieron en marcha su acuerdo comercial, el Tratado de
Libre Comercio (TLC), para desarrollar uno de los negocios regionales
más ambiciosos del imperialismo y sus aliados locales;
la situación de las masas trabajadoras, y en particular
las del campo mexicano, no han mejorado, como pregonaran en su
tiempo Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo y hoy Vicente Fox.
Por el contrario, sus condiciones de vida han empeorado de manera
dramática, poniendo en entredicho las bondades que prometen.
Este tratado comercial es un programa de colonización del
imperialismo y las oligarquías pro-imperialistas, para
continuar explotando y saqueando las naciones pobres de América,
y que hoy toma forma regional con el Plan Puebla Panamá,
que impulsa Vicente Fox.
En nuestro país, a más de ocho años, el TLC
no ha resuelto, ni resolverá la crisis en el campo mexicano,
por el contrario, la agudizó, situación que ha motivado
importantes movilizaciones de campesinos cañeros, piñeros,
cafetaleros, etc. Además de la aparición de grupos
guerrilleros. Asimismo, el uso de la represión, hostigamiento,
la militarización que ha desplegado el Estado capitalista,
con la complicidad de las fuerzas reformistas y socialdemócratas,
plantea cuidar que el gran barco de la burguesía no se
hunda.
La crisis económica que por más de dos décadas
venimos sufriendo en el país y en particular la que se
viven en el campo, tiende a empeorar la vida de los pobres que
viven de la tierra.
A partir del 2003, todos los alimentos provenientes de Estados
Unidos y Canadá entrarán al país sin pago
de impuestos, con excepción del maíz, fríjol
y la leche, los productos del campo mexicano serán desplazados
y dominados por el mercado de esos países, como ha sucedido
con otros productos que ya entraron al mercado nacional, generando
quiebras a los pequeños y medianos negocios, y no sólo
eso, sino que están imponiendo cambios en la cultura, de
por sí consumista, de nuestra sociedad, sobre todo en la
de alimentación, que empeorará los altos niveles
de desnutrición en las comunidades, al sustituir su alimentación
tradicional, por productos chatarra, altamente tóxicos.
En la región del norte del país se han resentido
los efectos negativos del TLC. Chihuahua, Sinaloa, Durango, Tamaulipas,
tienen serias bajas en la producción y comercialización
de granos, asociado a importaciones de maíz, carne y arroz
por encima de los acuerdos comerciales, agravándose la
dependencia. A ello se agrega la desaparición de CONASUPO,
creando más incertidumbre a los productores, pues difícilmente
pueden comerciar sus cosechas y si lo hacen es a precios por debajo
de los costos de producción. Por supuesto, estas consecuencias
están cayendo más drásticamente sobre los
campesinos pobres, quienes siguen siendo desplazados de sus tierras,
para irse de jornaleros al norte del país o de EU.
En el sur del país esta situación se ha tornado
más aguda. Los miserables subsidios que da el Estado a
los campesinos, a través de PROCAMPO, ALIANZA PARA EL CAMPO,
les mantiene como fuerza semiproletaria disponible para ser explotada
por los terratenientes, la burguesía y los monopolios instalados
en el campo, a otros más los arroja a las ciudades para
incorporarse al ejército de los proletarios en la construcción,
en la maquila, entre otros.
Los acuerdos incluían la disminución de los subsidios
a los diferentes productos agrícolas, para que compitieran
en la producción y venta de los mismos. Sin embargo, esto
no ha sido así, Estados Unidos y Canadá otorgan
recursos a sus grandes monopolios para garantizar la dominación
de los otros mercados, porque el paso libre de las mercancías
que plantea este Tratado, no es más que poner en bandeja
de plata los recursos naturales y fuerza de trabajo del país
a los monopolios estadounidenses, principalmente.
Nuestro país, es una nación pobre que depende fundamentalmente
de EU, pero que contiene, como en el resto de países del
continente, abundantes materias primas, necesarias para el imperialismo.
En México hay grandes yacimientos petrolíferos y
de minerales, así como una biodiversidad aún por
explotar, que se encuentran localizados en distintas regiones,
en las que hay clima templado favorable para la producción
diversificada de cultivos, además de los granos básicos,
que en manos de las comunidades campesinas e indígenas
permitiría romper con la dependencia en la producción
de alimentos. Sin embargo, se está imponiendo el uso intensivo
del suelo, de fertilizantes químicos, plaguicidas, herbicidas;
el monocultivo de determinados productos agrícolas y sobre
todo de aquéllos que están siendo tratados con biotecnología.
Así como la mecanización para la producción
comercial y corporativa, lo que está acelerando también
el proceso de proletarización de las masas campesinas.
Esta nueva situación arruinará más la vida
del campo, al grado tal que los parlamentarios de la burguesía
han alertado al gobierno para que lo “proteja más
al campo”, incluso plantean que se ajusten los acuerdos
para “no perjudicar más al campo”, sin embargo
esto ha sido sólo para posicionarse políticamente
frente a las masas y así ganar espacios electorales para
sus propios intereses de clase.
Ante esta situación nuestro Partido plantea, que es necesario
organizar a las masas campesinas e indígenas bajo una dirección
revolucionaria marxista-leninista, que realmente se oponga al
TLC, que proponga una reforma agraria que desaparezca los latifundios,
entregue la tierra a los campesinos pobres, organice en cooperativas
a los campesinos pobres, que planifique y tecnifique la producción
agrícola en función de los intereses de las masas
pobres del mismo campo y de la ciudad, y no para los monopolios
del capital. En ese sentido el Frente Popular Revolucionario juega
el papel de ser la organización de masas que representa
los intereses de los campesinos pobres y la clase obrera, que
los defiende y lucha por ellos, que plantea para ello la necesidad
de un Gobierno Provisional Revolucionario, que convoque y realice
la Asamblea Nacional Constituyente Democrática y Popular,
que materialice las aspiraciones de los explotados del país.
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