El
19 de septiembre del pasado año, en Costa de Marfil estalló
un golpe de Estado. Es el sexto en menos de seis años,
y en menos de seis años las víctimas de las intentonas
militares se han multiplicado por miles. No sólo mueren
los soldados, o los enrolados como tales, niños y mujeres
mueren sin piedad. El mundo civilizado y democrático.
Sólo alguna agencia publica algunas líneas sobre
lo que se calificó, primero de motín, luego de
golpe de Estado y posteriormente de rebelión.(1)
El continente africano vive en continua tragedia, no hay zonas
o regiones en los que no surjan conflictos armados, masacres
de civiles, asesinatos, torturas, violaciones. Tragedia que
golpea a todo el continente, un continente expoliado, en el
que grandes potencias compiten por desplazarse y apoderarse
de las grandes riquezas del continente africano, cuyos países
cuentan con fronteras trazadas por las potencias coloniales
con regla y cartabón.
Las noticias, siempre escasas, intencionadamente confusas, a
menudo tergiversadas y sesgadas, ofrecen la «explicación»
de que esas luchas son conflictos étnico-tribales. Nada
o muy poco se dice sobre el fondo real de los problemas en África,
sobre la base de la trágica situación de los pueblos
de ese continente, base esencialmente ligada a la economía
internacional y a las contradicciones entre capitalistas, entre
las multinacionales.
Tanto las potencias colonialistas como los señores de
la guerra africanos hablan de democracia, de derechos humanos,
de alfabetización, etc. Bellas palabras. Mas los hechos,
tozudos ellos, demuestran que esas bonitas palabras no son más
que eso, palabras. Durante años esas mismas potencias
han mantenido descaradamente a regímenes militares o
dictaduras de clan, familiares. No olvidemos a «nuestro»
Teodoro Obiang en Guinea Ecuatorial...
En España, la España de la transición «modélica»
que quiso enterrar las ilusiones y esperanzas de los que habíamos
luchado durante años contra la dictadura, sin lograrlo,
pues -la esperanza pervive- en los llamados medios apenas se
lee u oye algo sobre lo que sucede en África, salvo chistes
como la hazaña de los hombres del opusdeísta Trillo
asaltando el islote Perejil con grave riesgo de sus vidas y,
sobre todo, de las pocas cabras que allí pastaban.
Que España, como «potencia» colonialista,
sólo mantenga Ceuta y Melilla y algunos islotes no justifica
el silencio que tanto los gobiernos como los medios guardan
sobre África. Elocuente es, empero, el abandono y traición
que los gobiernos monárquicos han cometido con el pueblo
saharaui, cuyo país será entregado, a buen seguro,
al sátrapa marroquí, que reclama el Sahara como
«una provincia más de Marruecos». La ONU,
y las manipulaciones entre bambalinas de estadounidenses y franceses
(ténganse en cuenta las riquezas en fosfato, petróleo,
etc.) harán que el gobierno español, siempre sumiso
y obediente, una vez más, traicione a ese pueblo que
lleva veintisiete años de lucha por su independencia.
Pese a la destrucción sistemática que se lleva
a cabo, y la explotación irracional de las riquezas del
suelo, África posee todavía oro, diamantes(2),
petróleo, café, cacao, cobalto, etc., amén
de una gigantesca reserva de mano de obra barata, y también,
llegado el caso, de carne de cañón. Lo fue en
la I Guerra Mundial, y lo fue también en la II, para
franceses, ingleses y alemanes.
Sin embargo, ese continente vive continuas guerras, escaramuzas,
matanzas. Son los apetitos colonialistas, antes, y de los neocolonialistas
ahora, los que azuzan esos conflictos, arman a unos señores
de la guerra contra otros, exacerban las rivalidades étnicas,
provocan, en aras de sus intereses, masacres horribles.
Volviendo a la situación en Costa de Marfil, no está
de más recordar que se encuentra en una zona en la que
las guerras no han cesado desde los años sesenta, en
que sus países accedieron a una independencia tutelada
generalmente por sus antiguas metrópolis.
Baste recordar algunos casos de los más escandalosos
y en los que las potencias extranjeras desempeñaron un
papel siniestro.
Ruanda.
Masacre de tutsis y hutus. Oficialmente, el genocidio de los
tutsis en Ruanda tuvo lugar en 1994, mas anteriormente hubo
varias matanzas (progroms), hasta llegar a la de 1994, que se
saldó con un millón de tutsis asesinados. El diario
belga Le Soir escribía al respecto: se trataba de arrastrar
al mayor número de personas [de hutus] en esa locura
criminal, con el doble propósito de comprometer al máximo
de gente, y de ser lo más eficaces posible. El resultado
es elocuente: un millón de muertos y miles de asesinos.
Las causas de esa matanza, cómo no, tienen que ver con
la posesión de las riquezas naturales del país.
Los tutsis, en su mayoría ganaderos, habían sido
favorecidos por los colonialistas alemanes, y cuando estos fueron
derrotados en la I Guerra Mundial, fueron sustituidos por los
belgas, que siguieron con la misma política, en detrimento
de los hutus -agricultores-, que eran relegados, se les negaba
el acceso a las escuelas, enseñanza, etc. Siendo mayoritarios
en el país, eran sometidos por la minoría tutsi
que los trataba como a siervos.
Los misioneros católicos se dedicaron a adoctrinar a
los hutus y a inculcarles el sentimiento de ocupar su lugar
mayoritario en el país. Ambas etnias estaban repartidas
en dos países, Ruanda y Burundi, curiosamente los dos
únicos países cuyas fronteras existían
antes de la llegada de los colonizadores. Y no fueron modificadas.
En 1962, al acceder a la «independencia» Burundi,
los jefes y cabezillas hutus fueron casi exterminados por los
tutsis. Al mismo tiempo, en Ruanda, fueron los hutus los que
masacraron a miles de tutsis, exiliándose otros cuantos
miles a Uganda y Ruanda.
La horrible masacre de 1994 en Ruanda en la que perecieron un
millón de tutsis fue impulsada, y luego permitida, por
las potencias extranjeras presentes en la zona, que en vez de
intervenir y parar la matanza, retiraron sus tropas bajo pretexto
de no injerencia... La ONU se limitó a redactar alguna
resolución que, naturalmente, no fue aplicada.
Sierra Leona. País donde «los niños no van
a la escuela, van a la guerra». Grandes riquezas y recursos
forestales y agrícolas, oro, bauxita, diamantes... «Independiente»
desde 1962, pese a ser un país rico, está considerado
como uno de los más pobres del mundo. Mientras las potencias
extranjeras se apoderan de sus riquezas, el país sufre
continuos enfrentamientos armados entre las castas y camarillas,
unas de los criollos, otras de los neocolonialistas. Ambas emplean
mercenarios marroquíes, ingleses, belgas, alemanes...
La paz no ha existido ni un solo día en la independiente
Sierra Leona.
En 1991, Charles Taylor, Presidente de Liberia, creó
su propia guerrilla en Sierra Leona (con total desprecio por
la soberanía del país vecino), que rápidamente
se implantó -con apoyo local- en el este y sur del país,
librando sus propias batallas y apoyando las guerrillas locales,
o combatiéndolas, según sus propios intereses.
En Sierra Leona, los niños, ni siquiera adolescentes,
niños de diez y once años, son reclutados a la
fuerza, arrancados a sus familias y aldeas, adiestrados militarmente,
drogados, alcoholizados. Las niñas no corren mejor suerte:
son usadas como esclavas sexuales.
Es otra, una más, de esas guerras que se desarrollan
en África, una guerra olvidada, silenciada.
Liberia.
Es la más antigua república de África,
independiente desde 1847. Creada por los EE.UU. de América,
al igual que Sierra Leona, con esclavos liberados. Es una auténtica
colonia yanqui, con una Constitución calcada de la de
EE.UU.
Desde el principio de su existencia, tuvo actitudes imperialistas
hacia sus vecinos, lo que provocó contínuos enfrentamientos,
particularmente a raíz de la independencia de aquellos
países en los años sesenta. Es un país
donde se han sucedido motines, golpes de Estado, revueltas,
con sus cohortes de asesinatos, secuestros, torturas y violaciones.
En varias ocasiones, la ONU y las asociaciones de los Derechos
Humanos han denunciado la práctica de la tortura contra
los opositores al gobierno de turno. En noviembre del año
pasado, Amnistía Internacional denunció la utilización
de los llamados niños soldados (al igual que en Sierra
Leona).
Al hacerse con el poder, Charles Ghankay Taylor, autócrata
(gana siempre las elecciones con el 100 por 100 de los votos)
obsesionado con la creación de la Gran República
Islámica de Guinea, se incrementaron las acciones militares
contra sus vecinos, el envío de «voluntarios»,
como en Sierra Leona, Costa de Marfil, etc., y sobre todo la
represión feroz contra los opositores a su gobierno.
Situaciones semejantes se viven y se producen regularmente en
otros países del África Occidental, como Mali,
Benín, Guinea, al igual que en África entera.
Cosas de negros y salvajes que no saben adaptarse a las costumbres
civilizadas y democráticas de Europa y Estados Unidos...,
nos insinúan los medios de difusión europeos.
Vale la pena analizar, ver al menos, lo que sucede en estos
momentos en Costa de Marfil, país con el que iniciábamos
esta breve exposición sobre las atrocidades silenciadas
que se suceden en el continente más próximo a
España.
Costa
de Marfil es el primer país productor de cacao del mundo;
el segundo en café y algodón. Cuenta con gran
riqueza maderera, frutícola, arrocera, caucho, azúcar,
y su aún poco desarrollada extracción de petróleo
y gas natural cubre sus necesidades. Su red de comunicaciones
(en manos francesas) hace de Costa de Marfil un punto neurálgico
para África Occidental. Es, pues, un país rico
donde la población vive en su mayoría en la más
negra miseria; el sida, al igual que en otras zonas africanas,
como Benín, Ghana, Nigeria, etc., es ya una epidemia,
sin que las grandes potencias, que cuentan con medios para atajarla,
hagan el más mínimo esfuerzo.
Con unos 15 millones de habitantes y 4 de inmigrantes (de los
cuales tres millones de Burkina Faso), la mortalidad infantil
es del 8,7 por 100; la esperanza de vida, de 47 años;
el analfabetismo, de un 46,2 por 100 en los hombres y un 62,8
en las mujeres. Hay alrededor de 60 grupos étnicos y
otros tantos dialectos, siendo el francés el idioma que
sirve de puente entre unos y otros, pese a que buena parte de
la población lo ignora.
En esas condiciones, los capitales extranjeros para conseguir
sus intereses en detrimento del competidor explotan las rivalidades
tribales, étnicas, de familias. Únase al analfabetismo
señalado que el 37 por 100 de la población es
musulmana, el 26 por ciento cristiana, y el resto de creencias
tradicionales, algo que también es utilizado interesadamente.
En octubre de 2000, en unas elecciones plagadas de irregularidades,
violencia «pucherazos», se proclamó presidente
Laurent Gbagbo, autócrata y hombre de confianza del Partido
Socialista Francés (Michel Rocard se refería a
Gbagbo como «mi camarada»). Esa elección
parecía que iba a poner fin a los varios años
de luchas y golpes militares que se produjeron después
de la muerte del dictador Hufuet Boigny en 1993.
Boingy (que antes de la independencia de su país había
sido parlamentario en Francia) aprovechó sus mandatos
para enriquecerse descaradamente, dejó al país
sumido en una grave crisis económica y política.
Reprimió a sangre y fuego las manifestaciones, encarceló
a los dirigentes de la oposición, entre ellos al actual
presidente Gbago, socialdemócrata. Con su muerte, acabó
el dominio absoluto de su partido, el PDCI, y surgieron nuevos
partidos.
En diciembre del 99, el antiguo jefe del Estado Mayor Guei derrocaba
al Gobierno y a la cabeza del Ejército y, apoyado por
una parte de la población que sufría duramente
la crisis, se hizo con el poder, no sin violentos combates en
los que murieron varios centenares de personas. Parecía
que Guei, que contó, con un apoyo popular real, iba a
terminar con los métodos de sus antecesores; permitió
el funcionamiento de otros partidos de la oposición,
como el RDC, dirigido por Ouattara (que había sido alto
funcionario del Fondo Monetario Internacional) y el FPI de Gbagbo.
Pronto Guei cayó como sus predecesores en la xenofobia,
el autoritarismo y la represión popular. De acuerdo con
Gbagbo, Guei aísla a Ouattara con la acusación
de no ser auténticamente marfileño. Pero es Gbagbo,
con el apoyo de la socialdemocracia francesa, quien ganará
las elecciones de 2000. Se relanza la xenofobia y 172 partidarios
de Ouattara son asesinados en Abiyán, mientras que la
Gendarmería desplaza a Guei.
Y llega la sublevación militar del 19 de septiembre de
2002. En los primeros días nadie sabía quién
estaba detrás, o al frente de la intentona. Algunos medios
de información pretendieron que se trataba de una rebelión
del norte contra el sur (de nuevo las rivalidades étnicas
y tribales). Los amotinados tomaron los cuarteles de Abiyán,
y Guei fue asesinado al igual que el ministro del Interior,
Boga Doudou (íntimo del presidente Gbabgo).
Ouattara, jefe del partido del norte, el RDR, apartado anteriormente
por Guei, fue atacado, y tuvo que refugiarse en la embajada
francesa. Las ciudades del norte Buaké, que es la segunda
del país, y Korhogo quedaron en manos de los sublevados.
Las matanzas, ajustes de cuentas, liquidaciones, se suceden,
mientras que las tropas francesas organizan la evacuación
de sus compatriotas el 25 de septiembre. En un primer momento,
el Gobierno francés no apoyó abiertamente al gobierno
de Gbagbo, mientras que este exigía la aplicación
de os acuerdos de defensa mutua, con el pretexto de que la sublevación
era la obra de países extranjeros, «países
golfos» los llamó en el mejor estilo de Bush, atacando
en primer lugar a Burkina Faso y calificándolo de «Estado
peligroso» por su apoyo a los rebeldes y su «mal
ocultada ayuda» a la Liberia de Taylor y a los rebeldes
de Sierra Leona.
Los EE.UU. enviaron tropas a Costa de Marfil, instalándose
en una base creada por ellos en Yamasukro (capital de Costa
de Marfil, aunque la ciudad más importante es Abiyán).
Estados Unidos justifica su intervención, ante la incapacidad
de Francia para imponer orden. Ante la evidente intención
de los estadounidenses de implantarse en África, y en
este caso en detrimento del colonialismo francés, este
envió nuevas tropas, armas, municiones para el ejército
de Gbagbo, así como apoyo logístico, etc., modificando
así la situación e impidiendo que los sublevados
tomaran Yamasukro.
Es un nuevo campo en el que se manifiestan las contradicciones
entre las fuerzas imperialistas, pues además de Francia
y EE.UU., los británicos también buscan lograr
algunos beneficios. Y mientras tanto, el baño de sangre
continúa. Uno más en ese desdichado continente.
Y crece el peligro de generalización del problema. Los
países vecinos de Costa de Marfil, es decir, Liberia,
Guinea, Mali, Burkina Faso y Ghana, tienen sobradas razones
para temer un nuevo y mayor estallido de la violencia, de las
masacres. Nigeria, principal país de la Comunidad Económica
de Estados de África del Oeste (CEDEAO), envía
una escuadrilla de aviones de caza y se propone para liderar
una fuerza de paz. Ghana decide el principio de enviar una fuerza
de interposición. Los EE.UU., por el contrario, envían
sus tropas, crean bases (es la primera vez que allí se
instalan los EE.UU. pese a las tímidas protestas del
Gobierno francés), dan una mísera ayuda de 1 millón
de dólares para los refugiados de los diferentes países
implicados, pero se oponen a que la ONU intervenga y envíe
una fuerza de paz.
Aunque confusos los datos obtenidos, parece ser, confirmado
por diversas fuentes, que el golpe iniciado el pasado 19 de
septiembre fue preparado y financiado por las multinacionales
francesas (no podemos creer que el Gobierno de Chirac lo ignorase),
que ven cómo poco a poco otras multinacionales (estadounidenses,
británicas, alemanas, españolas) van haciéndose
con parte del botín. De nuevo las contradicciones intercapitalistas
alumbran un fuego que puede arrasar la región.
La preocupación entre las fuerzas democráticas
de la zona (pues haberlas, haylas) crece, pues si la guerra
se generaliza -y son muchas las posibilidades de que así
sea-, habría graves repercusiones económicas y
humanitarias: desplazados, refugiados, más asesinatos
y destrucciones. Burkina Faso, por ejemplo, cuenta con unos
tres millones de ciudadanos emigrados a Costa de Marfil, de
los cuales obtiene cerca de cien millones de dólares.
Además de los burkinabés, existen emigrantes de
Mali, Ghana, Benín, etc., aproximadamente un 26 por 100
de la población, cuyo regreso a sus países crearía
también serios problemas.
En los cuatro meses que dura el conflicto en Costa de Marfil,
se han firmado dos o tres treguas. Ninguna ha sido respetada.
Ahora, el 26 de enero, en París se ha firmado un acuerdo
de paz. Al día siguiente, la embajada francesa en Abiyán
fue incendiada por partidarios de Gbagbo. Y el día 29,
el canciller de España es bajado a golpes de su coche
y apaleado en pleno centro de Abiyán. Es un acuerdo de
paz que no satisface plenamente a nadie: Gbagbo sigue de presidente,
pero los rebeldes del Movimiento Patriótico se hacen
con los ministerios de Interior y Defensa.
En una declaración públcia hecha semanas antes,
el PCRCI exigía: alto inmediato a los enfrentamientos
reaccionarios, para acabar con los sufrimientos del pueblo.
[...] denunciamos el carácter reaccionario de estas luchas,
la intervención de los imperialistas y de cualquier injerencia
extranjera, la campaña de xenofobia. [...] llamamos a
la solidaridad entre los pueblos hermanos, y denunciamos las
violaciones de los derechos humanos. [...] pedimos la abrogación
de la Constitución por reaccionaria, así como
las leyes latifundistas.
Los acuerdos firmados en París dejan en el aire problemas
esenciales para la paz, como es, por ejemplo, la supresión
de la xenófoba política de marfileñidad
(ivoirité), utilizada por las castas reaccionarias para
dividir y enfrentar a los pueblos de Costa de Marfil.
*
* *
Por poco que se analice la situación, puede verse que
las causas, varias, de la situación de los pueblos de
África no son las rivalidades étnicas. Hay que
ir a la fuente de esos problemas, y estas tienen nombre y apellidos:
pillaje, explotación, masacre de poblaciones, destrucción
de sistemas sociales, violación de la independencia,
reparto geográfico de las tierras, conquistas de territorios
a sangre y fuego por parte de los colonialistas, con exterminio
de buena parte de la población autóctona, esclavitud
en el sentido literal del término apenas disimulada...
Existe, al menos ha existido hasta ahora, interés de
los colonizadores por mantener el subdesarrollo social, económico,
cultural. Los planes elaborados y aplicados más o menos
por la fuerza en los distintos países africanos por el
FMI y otras instancias financieras internacionales han producido
resultados sorprendentes: allá donde esos planes se han
aplicado, los países no sólo no han salido de
su atraso, sino que son incapaces de pagar los intereses de
los préstamos otorgados. Nada extraño cuando se
sabe que por cada dólar prestado esos países deben
devolver el doble, y según pasa el tiempo, más
y más y más.
La deuda externa de esos países es una soga al cuello
de sus pueblos. Eso también es globalización.
* * *
He convivido en plena guerrilla con el pueblo etíope
en la zona de Tigré; he compartido penurias con argelinos
y cavilas; me honro con la amistad y camaradería de burkinabés,
de gente de Benín, de Túnez y Marruecos. Tengo
que cerrar los puños con rabia ante la barbarie que practican
los civilizados globalizadores de París, Londres, Washington,
Madrid, etc., contra esa amada África, silenciada, expoliada,
saqueada, y sus gentes, maravillosas gentes, casi olvidados
por los bienpensantes de todas partes.
(1)
Fuentes de información: Le Monde Diplomatique; La Forge,
del PCOF (Francia); Afrol News; Colectivo de Organizaciones
Democráticas de Burkina Faso; PCR de Costa de Marfil;
revista «Pueblos» de Madrid.
(2) Del tráfico y comercio que se lleva a cabo con los
diamantes, dan idea estas simples cifras: En Angola, el movimiento
UNITA, obtuvo en menos de diez años, 4,5 billones de
dólares. Los cabecillas de Liberia a lo largo de los
años noventa, obtuvieron entre 25 y 125 millones anuales
de dólares. Ídem de ídem en Sierra Leona.