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Número 166 de Junio de 2003

 
 


¡En solidaridad con los comunistas y revolucionarios detenidos
o sometidos a pesquisas policiales en Francia e Italia!

Información enviada a nuestra página web, por los camarádas del Partido Comunista de España (reconstituido) - Fracción Octubre


Desde que desapareciera el campo de los primeros países socialistas a causa de la labor de zapa revisionista, los augures y pregoneros del capitalismo no han cesado de anunciar y pregonar a bombo y platillo la muerte del comunismo. Ya lo hicieron hace ahora más de cien años, tras el aplastamiento a sangre y fuego de la Comuna de París. Pero semejantes augurios y anuncios, entonces como hoy, no han sido ni serán más que vanos deseos y exorcismos
de los capitalistas ante un fantasma que les quita el sueño y que, en
realidad, ha dejado de serlo desde que la Revolución de Octubre diese paso, en la Rusia zarista, al primer intento exitoso de comenzar a hacer realidad el comunismo en nuestra planeta. No estamos ante "el fin de la Historia", sino ante los primeros atisbos de su verdadero comienzo. Este tendrá lugar inevitablemente, antes o después, con el reemplazamiento de la sociedad capitalista por la sociedad comunista. Así lo demanda el carácter colectivo alcanzado por las fuerzas productivas desde que el capitalismo ha entrado en su fase imperialista, al hacer posible y necesario tal reemplazamiento por las masas obreras y populares dirigidas por los comunistas.
El comunismo sigue vivo pues las fuerzas materiales y esprituales (intelectuales) que impulsan el movimiento económico y social surgen de las mismas entrañas del capitalismo, empujando al proletariado a acabar con las divisiones de clases. Los mismos Estados y Gobiernos de los países imperialistas no cesan de poner de manifiesto una y otra vez, manteniendo permanentemente en guardia a sus perros de presa a la caza de los comunistas. Vivo, aunque sólo sea como una esperanza nebulosa, en la mente y el corazón de millones de obreros y trabajadores de todo el mundo, tanto de los hombres y mujeres que han vivido bajo el socialismo como de los que no lo han conocido, hoy todos ellos golpeados por la crisis general de superproducción absoluta de capital y la degradación que provoca de sus condiciones materiales y espirituales de existencia, cuando no arrojados como desechos al paro, a la marginación, al hambre o a la miseria más absoluta. Vivo en los obreros conscientes que aspiran a una sociedad sin clases y desigualdades sociales y luchan de diferentes formas por alcanzarla. Vivo en la labor sin desmayo que realizan por todas partes los comunistas, orientando y organizando a los trabajadores conscientes en la lucha contra sus explotadores y opresores, superando dificultades sin cuento y haciendo frente con coraje a la represión llevada a cabo por los esbirros de las clases dominantes. De otra forma, la contrarrevolución no estaría tan preocupada por extender los tentáculos del Estado a toda la sociedad, por acallar las protestas populares a tiros o mediante la fuerza bruta, por multiplicar las medidas represivas de carácter preventivo, por restringir o eliminar de hecho los derechos y libertades democráticas conquistados por las masas con sus luchas, por corromper a los líderes obreros y comunistas, por detenerlos,torturarlos, encarcelarlos (muchas veces de por vida) o
bien asesinarlos.

Que eso es así lo corroboran las detenciones más o menos esporádicas de comunistas (o de "terroristas", según el lenguaje al uso de la actual contrarrevolución preventiva) en los países imperialistas. La última noticia de este tipo ha sido dada por los canales burgueses de comunicación hace unos días: la detención el pasado lunes día 23, en París, por la División nacional antiterrorista (DNAT), de dos comunistas de nacionalidad italiana, Giuseppe Maj y Giuseppe Czeppel, y de la revolucionaria francesa, Catherine Blanchard. La detención de estos tres compañeros, llevada a cabo a
instancias del gobierno del mafioso Berlusconi, ha estado acompañada, además, por otras detenciones y pesquisas realizadas en los medios de la izquierda revolucionaria francesa y de los exiliados italianos, refugiados oficialmente en Francia.

La operación policial no se ha limitado al vecino país. También, paralelamente, se han abierto pesquisas policiales por parte de la magistratura italiana contra los Comités de Apoyo a la Resistencia por el comunismo (CARC), creados en 1992, y contra otras organizaciones en Milán, Nápoles y Módena, así como en Zurich (Suiza). La magistratura y policía italianas acusan a todos ellos, según los comunicados de los CARC, "de asociación clandestina actuante bajo la denominación de Comisión Preparatoria del congreso fundacional del (nuevo) Partido Comunista de Italia" en conexión con organizaciones supuestamente implicadas en acciones o atentados realizados en Italia contra algunos personajes de la Administración del Estado. Por el contrario, los camaradas detenidos en París, a los que los medios de comunicación que actúan como instrumentos de intoxicación policial les han atribuido falsamente ser antiguos miembros de las Brigadas Rojas (hoy desaparecidas), han sido acusados y encarcelados por “asociación de malhechores en relación con una empresa terrorista”. Acusación que carece del más mínimo fundamento, pues ninguno de ellos ha pertenecido a las Brigadas Rojas, ni ha tenido ni tiene nada que ver con ningún grupo u organización armada italiana. Estas falsedades les sirven a los Gobiernos francés e italiano, al igual que en el caso de los miembros de nuestro Partido y de los GRAPO encarcelados en
las prisiones francesas, para justificar la detención y encarcelamiento de los comunistas Giuseppe Maj y Giuseppe Czeppel en Francia y su extradición posterior a Italia.

El verdadero "delito" de estos dos camaradas es el de encontrarse desde hace algún tiempo refugiados en Francia y en situación de clandestinidad para evitar el acoso y persecución de que son objeto los verdaderos comunistas en Italia y poder así contribuir a la reconstrucción del partido comunista italiano. Una tarea que, por lo demás, es totalmente ajena a los objetivos, naturaleza y actividad propios de organizaciones militaristas, semianarquistas. Giuseppe Maj es un intelectual y líder comunista bastante conocido en los medios de la izquierda revolucionaria italiana por su dilatada actividad política desde que comenzara a militar tempranamente, siendo ya estudiante, en el PCI. Incluso también es conocido fuera de Italia, sobre todo en Europa tanto por la labor política como por la labor teórica que viene desarrollando desde hace numerosos años en diversas publicaciones italianas. A comienzos de los años 60, tras su destrucción por los revisionistas encabezados por Togliatti, Maj pasó a integrarse en uno de los primeros grupos marxista-leninistas italianos escindidos del PCI que apoyaron al PCCH en su lucha contra el revisionismo kruschovista. Posteriormente, tras militar largo tiempo en algunas organizaciones marxista-leninistas, fue uno de los promotores, a comienzos de los años 80, de la creación de la Asociación de Solidaridad Proletaria (ASP), primera organización de solidaridad en llamar al proletariado italiano a apoyar a los presos políticos pertenecientes a las Brigadas Rojas y a otras llamadas organizaciones comunistas combatientes que se negaban a arrepentirse o disociarse, alzando desde las páginas de Il Bollettino la bandera de la resistencia frente a la contraofensiva contrarrevolucionaria del Estado italiano. Motivo por el cual fue detenido y encarcelado durante dos años. En septiembre de 1985, formó parte del núcleo fundador de Rapporti Sociali, revista de debate por el comunismo, así como de los promotores de los Comités de Apoyo a la Resistencia - por el Comunismo (CARC), creados en la Asamblea de Viareggio (diciembre de 1992). Actualmente, es miembro de la Comisión Preparatoria del congreso fundacional del (nuevo) partido comunista italiano, constituida a finales de 1999. Los objetivos de esta campaña represiva, intoxicadora e intimidatoria, llevada a cabo por el Gobierno de Berlusconi, que, en el caso de los CARC, es la enésima y en el de la CP, la primera, son evidentes: intimidar a los obreros y trabajadores italianos avanzados para que no se organicen llevar a los comunistas, utilizando, por un lado, el palo y, por otro, la zanahoria
de la legalidad, a que renuncien a combinar la clandestinidad con el
trabajo "abierto" en las organizaciones obreras legales con miras a reforzar la labor y organización clandestinas del partido. Con ello lo que pretenden aislar a la vanguardia comunista y paralizar su actividad, pero, sobre todo, impedir la reconstrucción del partido comunista en Italia. Los mismos objetivos persiguen los imperialistas franceses con respecto a los comunistas de su propia casa, razón principal por la cual se prestan ahora a hacerle el trabajo sucio a la banda de mafiosos, fascistas, racistas, elementos clericales y especuladores de toda laya que gobierna actualmente en Italia. De esta forma matan dos pájaros de un tiro: intimidan a los comunistas y obreros avanzados franceses al tiempo que, deteniendo a los comunistas italianos y españoles, tratan de impedir que aquéllos reciban "malsanas" influencias. Es decir, la misma razón, aunque todavía no sea la principal ni la única, por la que el Estado francés ha dado su apoyo a los gobiernos "democráticos" de la monarquía española, entronizada por Franco, en la persecución de nuestro Partido en Francia. Hasta el punto de prestarse a montar juicios-farsa contra varios miembros y dirigentes del Partido y de los GRAPO, como el que todavía se está celebrando desde hace algunas semanas en el Palacio de Justicia de París En definitiva, dejando a un lado los motivos específicos y los intereses internos e internacionales que pesan en la contribución gala en la represión del Estado imperialista español contra el MLNV, la colaboración prestada por la burguesía imperialista francesa a sus socios y rivales imperialistas españoles e italianos en la persecución de los comunistas, responde, sin lugar a dudas, al temor a que se haga realidad la idea, que ya comienza a germinar en Francia, de construir un nuevo partido comunista. Este temor, compartido también por el resto de las burguesías imperialistas en sus respectivos países, no puede desligarse tampoco de la tensión social ni de la masiva protesta popular que la eliminación de las conquistas cívicas, laborales y sociales está provocando no sólo en Francia, sino también en España, Italia y demás Estados imperialistas. Lo que explica asimismo, entre otras razones, el apoyo de la Unión Europea a la ilegalización de Batasuna por el Gobierno de Aznar, su correspondiente inclusión en la lista negra de
organizaciones "terroristas" y también la inclusión, debido a una combinación de intereses propios y presiones yanquis, de diferentes
partidos comunistas, organizaciones políticas democráticas y numerosos movimientos de resistencia y de liberación nacional. Esto significa que el interés común de los imperialistas por impedir el renacimiento del movimiento comunista y el desarrollo de la revolución proletaria en sus respectivos países y en los países dependientes, ya sean colonias o semicolonias, pesa más en estos momentos que las contradicciones que les enfrentan y abocan irremisiblemente a despedazarse entre ellos si antes no estalla la revolución en uno o más países imperialistas importantes.

Las mismas medidas terroristas y represivas de la burguesía imperialista contra el movimiento de resistencia de las masas, contra el movimiento comunista y contra los movimientos de liberación nacional de los pueblos oprimidos, demuestran lo convencida que está la burguesía imperialista de que el comunismo no está muerto. Obviamente, este convencimiento no puede ser puesto de manifiesto abiertamente por los imperialistas, sin poner al descubierto al mismo tiempo, sus objetivos e intereses contrarrevolucionarios y sin tirar por tierra sus fantasiosos asertos sobre la muerte del comunismo con los que tratan de defender y perennizar sus intereses, exorcizar sus temores, levantar el ánimo y la moral de los suyos, de sus mercenarios y lacayos y desmoralizar a las masas oprimidas y explotadas. La burguesía imperialista nunca va a reconocer abiertamente, en ningún caso, la existencia de partidos y organizaciones comunistas ni va calificar de luchadores por la libertad o patriotas a quienes luchen consecuentemente por sacudirse el yugo de la explotación, opresión, esclavitud y dependencia imperialista de sus respectivos países. Para ella los comunistas seguirán siendo los reformistas que, para engañar a los obreros y otros trabajadores sinceramente comunistas utilizan las siglas de los antiguos partidos comunistas, en tanto que los verdaderos comunistas, demócratas y patriotas siempre serán "bandidos", "malhechores"o "terroristas". Esto supone reconocer, de hecho, que los comunistas y todos aquéllos que luchan por una causa justa gozan del reconocimiento de las masas populares. Por el contrario, los terroristas (esta vez sin comillas), los que son odiados por cada vez más amplios sectores de la población, aunque se encubran como “pacíficos demócratas", son los imperialistas, pues son precisamente ellos los que utilizan el terror fascista contra las masas cuando se ven amenazados con perder sus intereses y privilegios, los que explotan a mansalva o echan al paro a millones de trabajadores y los que exterminan cada año en todo el mundo por diversas causas, como si se tratase de "muertes naturales", a decenas de millones de hombres y mujeres.

De cualquier forma, nunca debemos subestimar tácticamente a los imperialistas, en primer lugar, a los de nuestro propio país, ni infravalorar el daño que sus golpes y maniobras intoxicadoras nos pueden causar, pues disponen de ingentes medios y ventajas para influir sobre las masas e intoxicar su mente, promover en ellas la pasividad y el conformismo, movilizarlas de forma reaccionaria y utilizar a sus sectores más atrasados como mercenarios o carne de cañón. A la vista de estas condiciones favorables para los imperialistas, no podemos ignorar los efectos negativos de los golpes que de ellos recibimos. Entre otros, el de atemorizar y desmoralizar a los elementos más débiles de nuestras propias filas, a los obreros menos conscientes y, en general, a los sectores más atrasados de las masas. Tampoco debemos ignorar las dificultades que la represión nos crea, sobre todo, en lo inmediato, ni las bajas que el enemigo de clase nos provoca al privarnos, momentáneamente, de la contribución activa de valiosos y experimentados camaradas. Pero tampoco debemos sobrestimar estratégicamente el poderío del Estado de la burguesía imperialista que es sólo aparente, ya que depende de la capacidad o no de los comunistas para ganar a las masas, organizarlas y apoyarse en ellas. Después de todo, los Estados imperialistas son gigantes con pies de barro. Eso es, precisamente, lo que se pone de manifiesto en el hecho de que la burguesía imperialista italiana, al igual que la española, se vea obligada a recurrir a la ayuda del Estado francés para reprimir a los comunistas, o que este último, a su vez, colabore con sus socios y rivales imperialistas en la represión del movimiento democrático y revolucionario, al mismo tiempo, que trata de hacer revertir esa ayuda en beneficio de la preservación y defensa de los intereses y poder de la gran burguesía financiera francesa.

Pero la represión también puede tener efectos positivos, pues no sólo contribuye a que los comunistas tomemos conciencia de nuestros fallos, debilidades y errores y pone a prueba nuestra resistencia y capacidad para superar las dificultades, sino que también nos ayuda a calibrar y valorar los progresos que hacemos en nuestro trabajo. Por eso estamos seguros que los camaradas italianos sabrán sacar provecho del golpe que han recibido y que extraerán de esta experiencia nuevas y redobladas fuerzas para proseguir la labor y el combate en los que están empeñados. Que el Gobierno de Berlusconi tome como blanco a la CP y los CARC, dos organizaciones que cuentan, respectivamente, con tan sólo poco más de 4 y 10 años de vida, confirma que el trabajo de construir un nuevo partido comunista en Italia, va por buen camino. A la vista está. Como demuestra la experiencia de los primeros países socialistas y del movimiento comunista internacional, por más que la burguesía imperialista y todo tipo de reformistas se empeñen en ocultarla y denigrarla, un nuevo mundo es posible. Pero para ello los explotados y oprimidos debemos comenzar a trabajar por construir partidos comunistas en todas partes. Este nuevo mundo, o ese "mundo mejor" que reclaman los jóvenes que se manifiestan contra la globalización capitalista, del que sólo hemos alcanzado a ver algunos destellos en los primeros países socialistas, no puede más que estar en el socialismo como sociedad de transición al comunismo y en el pleno desarrollo de este último. Este mundo nuevo es posible. Luchemos por conquistarlo.

¡Libertad para Giussepe Maj, Giussepe Czeppel y Catherine Blanchard!

¡Solidaridad con los compañeros represaliados de los CARC y otras organizaciones comunistas italianas golpeadas por la represión!

¡Libertad para los dirigentes y miembros del Partido, de los GRAPO y
presos políticos vascos que se encuentran encarcelados en las prisiones españolas y francesas!

¡Libertad para todos los comunistas, revolucionarios y patriotas presos en las mazmorras de todo el mundo por luchar contra el imperialismo y los regímenes fantoches que protegen sus intereses¡

¡Vivan los CARC! ¡Viva la CP! ¡Viva la reconstrucción del partido
comunista en Italia y en otros países europeos!

¡Por el fortalecimiento del PCE (r)!

¡Abajo el imperialismo! ¡Viva el internacionalismo proletario!

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