Desde que desapareciera el campo de los primeros países
socialistas a causa de la labor de zapa revisionista, los augures
y pregoneros del capitalismo no han cesado de anunciar y pregonar
a bombo y platillo la muerte del comunismo. Ya lo hicieron hace
ahora más de cien años, tras el aplastamiento
a sangre y fuego de la Comuna de París. Pero semejantes
augurios y anuncios, entonces como hoy, no han sido ni serán
más que vanos deseos y exorcismos
de los capitalistas ante un fantasma que les quita el sueño
y que, en
realidad, ha dejado de serlo desde que la Revolución
de Octubre diese paso, en la Rusia zarista, al primer intento
exitoso de comenzar a hacer realidad el comunismo en nuestra
planeta. No estamos ante "el fin de la Historia",
sino ante los primeros atisbos de su verdadero comienzo. Este
tendrá lugar inevitablemente, antes o después,
con el reemplazamiento de la sociedad capitalista por la sociedad
comunista. Así lo demanda el carácter colectivo
alcanzado por las fuerzas productivas desde que el capitalismo
ha entrado en su fase imperialista, al hacer posible y necesario
tal reemplazamiento por las masas obreras y populares dirigidas
por los comunistas.
El comunismo sigue vivo pues las fuerzas materiales y esprituales
(intelectuales) que impulsan el movimiento económico
y social surgen de las mismas entrañas del capitalismo,
empujando al proletariado a acabar con las divisiones de clases.
Los mismos Estados y Gobiernos de los países imperialistas
no cesan de poner de manifiesto una y otra vez, manteniendo
permanentemente en guardia a sus perros de presa a la caza de
los comunistas. Vivo, aunque sólo sea como una esperanza
nebulosa, en la mente y el corazón de millones de obreros
y trabajadores de todo el mundo, tanto de los hombres y mujeres
que han vivido bajo el socialismo como de los que no lo han
conocido, hoy todos ellos golpeados por la crisis general de
superproducción absoluta de capital y la degradación
que provoca de sus condiciones materiales y espirituales de
existencia, cuando no arrojados como desechos al paro, a la
marginación, al hambre o a la miseria más absoluta.
Vivo en los obreros conscientes que aspiran a una sociedad sin
clases y desigualdades sociales y luchan de diferentes formas
por alcanzarla. Vivo en la labor sin desmayo que realizan por
todas partes los comunistas, orientando y organizando a los
trabajadores conscientes en la lucha contra sus explotadores
y opresores, superando dificultades sin cuento y haciendo frente
con coraje a la represión llevada a cabo por los esbirros
de las clases dominantes. De otra forma, la contrarrevolución
no estaría tan preocupada por extender los tentáculos
del Estado a toda la sociedad, por acallar las protestas populares
a tiros o mediante la fuerza bruta, por multiplicar las medidas
represivas de carácter preventivo, por restringir o eliminar
de hecho los derechos y libertades democráticas conquistados
por las masas con sus luchas, por corromper a los líderes
obreros y comunistas, por detenerlos,torturarlos, encarcelarlos
(muchas veces de por vida) o
bien asesinarlos.
Que eso es así lo corroboran las detenciones más
o menos esporádicas de comunistas (o de "terroristas",
según el lenguaje al uso de la actual contrarrevolución
preventiva) en los países imperialistas. La última
noticia de este tipo ha sido dada por los canales burgueses
de comunicación hace unos días: la detención
el pasado lunes día 23, en París, por la División
nacional antiterrorista (DNAT), de dos comunistas de nacionalidad
italiana, Giuseppe Maj y Giuseppe Czeppel, y de la revolucionaria
francesa, Catherine Blanchard. La detención de estos
tres compañeros, llevada a cabo a
instancias del gobierno del mafioso Berlusconi, ha estado acompañada,
además, por otras detenciones y pesquisas realizadas
en los medios de la izquierda revolucionaria francesa y de los
exiliados italianos, refugiados oficialmente en Francia.
La operación policial no se ha limitado al vecino país.
También, paralelamente, se han abierto pesquisas policiales
por parte de la magistratura italiana contra los Comités
de Apoyo a la Resistencia por el comunismo (CARC), creados en
1992, y contra otras organizaciones en Milán, Nápoles
y Módena, así como en Zurich (Suiza). La magistratura
y policía italianas acusan a todos ellos, según
los comunicados de los CARC, "de asociación clandestina
actuante bajo la denominación de Comisión Preparatoria
del congreso fundacional del (nuevo) Partido Comunista de Italia"
en conexión con organizaciones supuestamente implicadas
en acciones o atentados realizados en Italia contra algunos
personajes de la Administración del Estado. Por el contrario,
los camaradas detenidos en París, a los que los medios
de comunicación que actúan como instrumentos de
intoxicación policial les han atribuido falsamente ser
antiguos miembros de las Brigadas Rojas (hoy desaparecidas),
han sido acusados y encarcelados por “asociación
de malhechores en relación con una empresa terrorista”.
Acusación que carece del más mínimo fundamento,
pues ninguno de ellos ha pertenecido a las Brigadas Rojas, ni
ha tenido ni tiene nada que ver con ningún grupo u organización
armada italiana. Estas falsedades les sirven a los Gobiernos
francés e italiano, al igual que en el caso de los miembros
de nuestro Partido y de los GRAPO encarcelados en
las prisiones francesas, para justificar la detención
y encarcelamiento de los comunistas Giuseppe Maj y Giuseppe
Czeppel en Francia y su extradición posterior a Italia.
El verdadero "delito" de estos dos camaradas es el
de encontrarse desde hace algún tiempo refugiados en
Francia y en situación de clandestinidad para evitar
el acoso y persecución de que son objeto los verdaderos
comunistas en Italia y poder así contribuir a la reconstrucción
del partido comunista italiano. Una tarea que, por lo demás,
es totalmente ajena a los objetivos, naturaleza y actividad
propios de organizaciones militaristas, semianarquistas. Giuseppe
Maj es un intelectual y líder comunista bastante conocido
en los medios de la izquierda revolucionaria italiana por su
dilatada actividad política desde que comenzara a militar
tempranamente, siendo ya estudiante, en el PCI. Incluso también
es conocido fuera de Italia, sobre todo en Europa tanto por
la labor política como por la labor teórica que
viene desarrollando desde hace numerosos años en diversas
publicaciones italianas. A comienzos de los años 60,
tras su destrucción por los revisionistas encabezados
por Togliatti, Maj pasó a integrarse en uno de los primeros
grupos marxista-leninistas italianos escindidos del PCI que
apoyaron al PCCH en su lucha contra el revisionismo kruschovista.
Posteriormente, tras militar largo tiempo en algunas organizaciones
marxista-leninistas, fue uno de los promotores, a comienzos
de los años 80, de la creación de la Asociación
de Solidaridad Proletaria (ASP), primera organización
de solidaridad en llamar al proletariado italiano a apoyar a
los presos políticos pertenecientes a las Brigadas Rojas
y a otras llamadas organizaciones comunistas combatientes que
se negaban a arrepentirse o disociarse, alzando desde las páginas
de Il Bollettino la bandera de la resistencia frente a la contraofensiva
contrarrevolucionaria del Estado italiano. Motivo por el cual
fue detenido y encarcelado durante dos años. En septiembre
de 1985, formó parte del núcleo fundador de Rapporti
Sociali, revista de debate por el comunismo, así como
de los promotores de los Comités de Apoyo a la Resistencia
- por el Comunismo (CARC), creados en la Asamblea de Viareggio
(diciembre de 1992). Actualmente, es miembro de la Comisión
Preparatoria del congreso fundacional del (nuevo) partido comunista
italiano, constituida a finales de 1999. Los objetivos de esta
campaña represiva, intoxicadora e intimidatoria, llevada
a cabo por el Gobierno de Berlusconi, que, en el caso de los
CARC, es la enésima y en el de la CP, la primera, son
evidentes: intimidar a los obreros y trabajadores italianos
avanzados para que no se organicen llevar a los comunistas,
utilizando, por un lado, el palo y, por otro, la zanahoria
de la legalidad, a que renuncien a combinar la clandestinidad
con el
trabajo "abierto" en las organizaciones obreras legales
con miras a reforzar la labor y organización clandestinas
del partido. Con ello lo que pretenden aislar a la vanguardia
comunista y paralizar su actividad, pero, sobre todo, impedir
la reconstrucción del partido comunista en Italia. Los
mismos objetivos persiguen los imperialistas franceses con respecto
a los comunistas de su propia casa, razón principal por
la cual se prestan ahora a hacerle el trabajo sucio a la banda
de mafiosos, fascistas, racistas, elementos clericales y especuladores
de toda laya que gobierna actualmente en Italia. De esta forma
matan dos pájaros de un tiro: intimidan a los comunistas
y obreros avanzados franceses al tiempo que, deteniendo a los
comunistas italianos y españoles, tratan de impedir que
aquéllos reciban "malsanas" influencias. Es
decir, la misma razón, aunque todavía no sea la
principal ni la única, por la que el Estado francés
ha dado su apoyo a los gobiernos "democráticos"
de la monarquía española, entronizada por Franco,
en la persecución de nuestro Partido en Francia. Hasta
el punto de prestarse a montar juicios-farsa contra varios miembros
y dirigentes del Partido y de los GRAPO, como el que todavía
se está celebrando desde hace algunas semanas en el Palacio
de Justicia de París En definitiva, dejando a un lado
los motivos específicos y los intereses internos e internacionales
que pesan en la contribución gala en la represión
del Estado imperialista español contra el MLNV, la colaboración
prestada por la burguesía imperialista francesa a sus
socios y rivales imperialistas españoles e italianos
en la persecución de los comunistas, responde, sin lugar
a dudas, al temor a que se haga realidad la idea, que ya comienza
a germinar en Francia, de construir un nuevo partido comunista.
Este temor, compartido también por el resto de las burguesías
imperialistas en sus respectivos países, no puede desligarse
tampoco de la tensión social ni de la masiva protesta
popular que la eliminación de las conquistas cívicas,
laborales y sociales está provocando no sólo en
Francia, sino también en España, Italia y demás
Estados imperialistas. Lo que explica asimismo, entre otras
razones, el apoyo de la Unión Europea a la ilegalización
de Batasuna por el Gobierno de Aznar, su correspondiente inclusión
en la lista negra de
organizaciones "terroristas" y también la inclusión,
debido a una combinación de intereses propios y presiones
yanquis, de diferentes
partidos comunistas, organizaciones políticas democráticas
y numerosos movimientos de resistencia y de liberación
nacional. Esto significa que el interés común
de los imperialistas por impedir el renacimiento del movimiento
comunista y el desarrollo de la revolución proletaria
en sus respectivos países y en los países dependientes,
ya sean colonias o semicolonias, pesa más en estos momentos
que las contradicciones que les enfrentan y abocan irremisiblemente
a despedazarse entre ellos si antes no estalla la revolución
en uno o más países imperialistas importantes.
Las mismas medidas terroristas y represivas de la burguesía
imperialista contra el movimiento de resistencia de las masas,
contra el movimiento comunista y contra los movimientos de liberación
nacional de los pueblos oprimidos, demuestran lo convencida
que está la burguesía imperialista de que el comunismo
no está muerto. Obviamente, este convencimiento no puede
ser puesto de manifiesto abiertamente por los imperialistas,
sin poner al descubierto al mismo tiempo, sus objetivos e intereses
contrarrevolucionarios y sin tirar por tierra sus fantasiosos
asertos sobre la muerte del comunismo con los que tratan de
defender y perennizar sus intereses, exorcizar sus temores,
levantar el ánimo y la moral de los suyos, de sus mercenarios
y lacayos y desmoralizar a las masas oprimidas y explotadas.
La burguesía imperialista nunca va a reconocer abiertamente,
en ningún caso, la existencia de partidos y organizaciones
comunistas ni va calificar de luchadores por la libertad o patriotas
a quienes luchen consecuentemente por sacudirse el yugo de la
explotación, opresión, esclavitud y dependencia
imperialista de sus respectivos países. Para ella los
comunistas seguirán siendo los reformistas que, para
engañar a los obreros y otros trabajadores sinceramente
comunistas utilizan las siglas de los antiguos partidos comunistas,
en tanto que los verdaderos comunistas, demócratas y
patriotas siempre serán "bandidos", "malhechores"o
"terroristas". Esto supone reconocer, de hecho, que
los comunistas y todos aquéllos que luchan por una causa
justa gozan del reconocimiento de las masas populares. Por el
contrario, los terroristas (esta vez sin comillas), los que
son odiados por cada vez más amplios sectores de la población,
aunque se encubran como “pacíficos demócratas",
son los imperialistas, pues son precisamente ellos los que utilizan
el terror fascista contra las masas cuando se ven amenazados
con perder sus intereses y privilegios, los que explotan a mansalva
o echan al paro a millones de trabajadores y los que exterminan
cada año en todo el mundo por diversas causas, como si
se tratase de "muertes naturales", a decenas de millones
de hombres y mujeres.
De cualquier forma, nunca debemos subestimar tácticamente
a los imperialistas, en primer lugar, a los de nuestro propio
país, ni infravalorar el daño que sus golpes y
maniobras intoxicadoras nos pueden causar, pues disponen de
ingentes medios y ventajas para influir sobre las masas e intoxicar
su mente, promover en ellas la pasividad y el conformismo, movilizarlas
de forma reaccionaria y utilizar a sus sectores más atrasados
como mercenarios o carne de cañón. A la vista
de estas condiciones favorables para los imperialistas, no podemos
ignorar los efectos negativos de los golpes que de ellos recibimos.
Entre otros, el de atemorizar y desmoralizar a los elementos
más débiles de nuestras propias filas, a los obreros
menos conscientes y, en general, a los sectores más atrasados
de las masas. Tampoco debemos ignorar las dificultades que la
represión nos crea, sobre todo, en lo inmediato, ni las
bajas que el enemigo de clase nos provoca al privarnos, momentáneamente,
de la contribución activa de valiosos y experimentados
camaradas. Pero tampoco debemos sobrestimar estratégicamente
el poderío del Estado de la burguesía imperialista
que es sólo aparente, ya que depende de la capacidad
o no de los comunistas para ganar a las masas, organizarlas
y apoyarse en ellas. Después de todo, los Estados imperialistas
son gigantes con pies de barro. Eso es, precisamente, lo que
se pone de manifiesto en el hecho de que la burguesía
imperialista italiana, al igual que la española, se vea
obligada a recurrir a la ayuda del Estado francés para
reprimir a los comunistas, o que este último, a su vez,
colabore con sus socios y rivales imperialistas en la represión
del movimiento democrático y revolucionario, al mismo
tiempo, que trata de hacer revertir esa ayuda en beneficio de
la preservación y defensa de los intereses y poder de
la gran burguesía financiera francesa.
Pero la represión también puede tener efectos
positivos, pues no sólo contribuye a que los comunistas
tomemos conciencia de nuestros fallos, debilidades y errores
y pone a prueba nuestra resistencia y capacidad para superar
las dificultades, sino que también nos ayuda a calibrar
y valorar los progresos que hacemos en nuestro trabajo. Por
eso estamos seguros que los camaradas italianos sabrán
sacar provecho del golpe que han recibido y que extraerán
de esta experiencia nuevas y redobladas fuerzas para proseguir
la labor y el combate en los que están empeñados.
Que el Gobierno de Berlusconi tome como blanco a la CP y los
CARC, dos organizaciones que cuentan, respectivamente, con tan
sólo poco más de 4 y 10 años de vida, confirma
que el trabajo de construir un nuevo partido comunista en Italia,
va por buen camino. A la vista está. Como demuestra la
experiencia de los primeros países socialistas y del
movimiento comunista internacional, por más que la burguesía
imperialista y todo tipo de reformistas se empeñen en
ocultarla y denigrarla, un nuevo mundo es posible. Pero para
ello los explotados y oprimidos debemos comenzar a trabajar
por construir partidos comunistas en todas partes. Este nuevo
mundo, o ese "mundo mejor" que reclaman los jóvenes
que se manifiestan contra la globalización capitalista,
del que sólo hemos alcanzado a ver algunos destellos
en los primeros países socialistas, no puede más
que estar en el socialismo como sociedad de transición
al comunismo y en el pleno desarrollo de este último.
Este mundo nuevo es posible. Luchemos por conquistarlo.
¡Libertad para Giussepe Maj, Giussepe Czeppel y Catherine
Blanchard!
¡Solidaridad con los compañeros represaliados
de los CARC y otras organizaciones comunistas italianas golpeadas
por la represión!
¡Libertad para los dirigentes y miembros del Partido,
de los GRAPO y
presos políticos vascos que se encuentran encarcelados
en las prisiones españolas y francesas!
¡Libertad para todos los comunistas, revolucionarios
y patriotas presos en las mazmorras de todo el mundo por luchar
contra el imperialismo y los regímenes fantoches que
protegen sus intereses¡
¡Vivan los CARC! ¡Viva la CP! ¡Viva la reconstrucción
del partido
comunista en Italia y en otros países europeos!
¡Por el fortalecimiento del PCE (r)!
¡Abajo el imperialismo! ¡Viva el internacionalismo
proletario!