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Número 166 de Junio de 2003

 
 

SAN QUINTÍN: LA SOBREEXPLOTACIÓN DE LOS OBREROS DEL CAMPO

El pasado lunes, 12 de mayo, la Procuraduría de Derechos Humanos y Protección Ciudadana, de Baja California (PDHyPCBC) presentó una extensa recomendación relacionada con las condiciones de sobreexplotación y miseria en que viven los obreros agrícolas y sus familias en el Valle de San Quintín y Maneadero; del municipio de Ensenada dirigiéndola al Gobierno del Estado, la Presidencia Municipal de Ensenada y otras dependencias.
Dicha recomendación se da en un contexto por demás particular: una serie de jaloneos entre la PDHyPCBC, el Gobierno y diversos funcionarios estatales; una ronda de tironeos entre viejos personeros del régimen, ahora “blancas palomas de la paz”, por la dirección de la PDHyPCBC; las intentonas de ratificación emprendidas por el actual Procurador, el cual busca mostrar su “vocación humanista”; una serie de ataques en contra del mismo Procurador, por parte de los representantes más reaccionarios del Congreso Estatal, encargado de la elección de la nueva administración de la PDHyPCBC. En fin, una coyuntura especial.
Sin duda, lo anterior influyó en buena medida en la expedición y publicación de la recomendación citada. Pero, para nosotros, lo más importante es que objetivamente las pugnas al interior del aparato del Estado, en Baja California, entre los representantes de los ricos y algunos sectores de la pequeña burguesía estable han sacado a luz una verdad: si bien el Valle de San Quintín es una de las mejores expresiones del desarrollo capitalista en el campo, una incesante muestra de la socialización de la producción a favor de la máxima ganancia, en donde la “productividad” de un sector de la burguesía agroindustrial demuestra “lo bien que pueden ir los negocios”; es al mismo tiempo y en condición antagónica, un paraíso de la miseria, de la explotación, de los campos de concentración, de la vida enajenada, de las casas de cartón, de los tiempos de paz que los ricos imponen a la clase obrera. Veamos por qué.
En el caso del Valle de San Quintín y Maneadero, ubicados dentro del territorio del municipio de Ensenada, podemos encontrar, según confirmación oficial, miserables condiciones de vivienda. Casas construidas con desechos, tales como cajas de cartón, bolsas para basura, pedazos de madera o con desperdicios de metal o, incluso, en autos abandonados e inservibles. Hacinados, por otra parte, en galerones, algunos de ellos ubicados dentro de los mismos ranchos o campos dedicados a la producción. En otros casos, sus asentamientos no son regularizados y por consecuencia, carecen de todo tipo de servicios básicos, de derechos laborales y de seguridad social. Un caso muy cercano es el de Pueblo Autónomo 'Aguascalientes' Cañón Buena Vista.
También el proceso natural del capitalismo en donde el obrero es despojado de lo que produce y el burgués engorda sus cuentas bancarias y sus empresas gracias a la apropiación sistemática de una parte no retribuida al obrero es aderezado con formas feudales, propias de las haciendas porfiristas, pero llenas del espíritu e intereses del ricachón moderno, el burgués. El capitalismo imperialista, en su época decadente, nos muestra a la oligarquía financiera, recurriendo a métodos propios de los viejos hacendados o de los, siempre presentes, fascistas. Para muestra basta un botón: los campamentos obreros funcionan como un gran campo de concentración; existen tiendas de raya; los obreros no tienen la libertad (propiamente burguesa) de poder alquilar su fuerza de trabajo en cualquier campamento; sin el derecho burgués al libre tránsito, pues necesitan permiso para abandonar dichos campos, etc.
Pero la sobreexplotación a que son sometidos los obreros agrícolas, desarrollo histórico y lógico del capitalismo en su etapa actual, no se detiene ahí. Son objeto de tráfico por parte de enganchadores, quienes deben de compensar sus salarios, provistos por el patrón, con cierta cuota de hombres y mujeres. No poseen las prestaciones elementales, tales como seguro social y están inmersos en una jornada de trabajo extenuante y sin que importen los impedimentos físicos para prolongarla y, cuando importan, el trabajo infantil siempre puede ser saqueado. En fin, el mundo de la opresión del hombre por el hombre y el reino de los explotadores, en su máxima dimensión y crueldad.
Todo esto sólo podrá ser eliminado por la clase obrera misma, pues su liberación debe ser obra de esta misma clase. No podemos esperar otra cosa.

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