Manifiesto
firmado por el Frente Popular Revolucionario
y el Partido Comunista de México (m-l)
Desligado
del marxismo-leninismo, “el movimiento obrero se achica
y se transforma por fuerza en un movimiento burgués: al
sostener exclusivamente la lucha económica, la clase obrera
pierde su independencia política, se convierte en un apéndice
de otros partidos y traiciona el gran precepto: “La emancipación
de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma”.
LENIN
No
sin asombro, los proletarios del mundo vemos cómo las superpotencias
imperialistas, pretextando “salvar al pueblo de un tirano”,
hacen la guerra y someten al pueblo de Irak, con los verdaderos
objetivos de imponer su hegemonía en el Medio Oriente y
Asia Central, colocar bajo su control el petróleo, los
mercados, las fuentes de materias primas y el comercio de armas,
todo lo cual tiene el fin de expandir las cadenas financieras,
sin importar que esos propósitos lleven a la muerte, al
sufrimiento y la miseria a millones de seres inocentes.
Sabemos que la recesión mundial es la causa fundamental
que empuja al capital financiero a buscar nuevos territorios de
conquista; que al frente de los monopolios, transnacionales, cárteles
y trust está el imperialismo norteamericano e inglés;
que la guerra de ocupación y de expansión del capital
financiero les beneficia a todos los explotadores, incluyendo
a Francia y Alemania que muestran una careta pacifista; la crisis
cíclica del imperialismo abre el camino al fascismo internacional
y a las guerras coloniales, al sometimiento y explotación
brutal de la clase obrera y los pueblos del mundo; que esta guerra
de la coalición imperialista del capital financiero con
la burguesía mundial, es en contra de la clase obrera internacional
y los pueblos del mundo.
Parar la guerra y evitar el holocausto mundial, sólo puede
ser obra de la clase obrera mundial al frente de todos los pueblos
explotados y oprimidos, uniendo la voluntad del proletariado mundial
en la lucha por acabar para siempre con la explotación
del hombre por el hombre. En efecto, el imperialismo como fase
final del capitalismo ha llegado a un punto en que unos cuantos
bribones acumulan la riqueza producida en todos los confines del
mundo ¡expropiar a los expropiadores!, es una consigna que
adquiere actualidad frente a las grandes catástrofes que
nos anuncian estas aves de rapiña, que pretenden continuar
enriqueciéndose a costa de la muerte y el sufrimiento de
los obreros y los pueblos. En efecto, la lucha por el socialismo
en el mundo y en particular en nuestro país, no es una
consigna que carezca de bases firmes; los opresores del proletariado
y pueblo iraquí son los mismos en México, América,
África, Asia, Australia y Europa, no hay un rincón
en el mundo que esté a salvo de sus ambiciones, de su piratería,
de su saqueo, de su violencia.
Los que atacan Irak son los mismos que dominan en México,
imponen las políticas neoliberales con planes y tratados
junto a sus empleados nativos, la burguesía nacional y
la mediana burguesía, con una brutal explotación
a los obreros y pueblo mexicano, saquean sin medida los recursos
naturales. La clase obrera y el pueblo de México no pueden
permanecer al margen de los actuales acontecimientos y la mejor
forma de apoyar al pueblo iraquí es luchando en contra
del imperialismo y la burguesía en nuestro país;
levantando las banderas antiimperialista y, antifascistas, por
el socialismo.
Delimitemos acertadamente las tareas antiimperialistas y antifascistas.
La clase obrera no debe dejarse llevar por las propuestas de los
reaccionarios que promueven el apoyo al gobierno panista, pensando
que es posible detener las agresiones imperialistas en el seno
de la ONU, cuando quienes representan a los países son
los serviles Estados burgueses aliados y subordinados al imperialismo;
asimismo, el proletariado de México no podrá cumplir
cabalmente con las tareas históricas que tiene al frente
prestando oídos a los ilusos que llaman a la paz entre
las clases sociales; tampoco se trata de continuar creyendo las
falsas ilusiones que siembran los economistas que, abandonando
la lucha por el salario, han puesto de moda la idea de “salvar
los empleos” a costa de trabajar y vivir como bestias. Al
imperialismo y sus títeres sólo les detendrá
el movimiento internacional de la clase obrera por un mundo nuevo,
este mundo burgués ya no tiene remedio.
La clase obrera de México resiente una fuerte ofensiva.
La unidad lograda por la burguesía, con el desarrollo del
capital financiero, el control del Estado junto la burguesía
media y pequeña, le permite un mayor control sobre la clase
obrera, a través de las centrales charras y neocharras
que junto con los partidos de la burguesía y sus agentes
al interior del movimiento obrero y sindical, inducen a la división
y la inmovilidad proletaria, pretendiendo llevar a la clase obrera
a un callejón sin salida. En pocos años la gran
burguesía logró disminuir los salarios, imponer
jornadas extenuantes, realizar paros técnicos que les permite
sortear la crisis de sobreproducción, ajustando sus plantillas
laborales, aumentando la jornada de trabajo sin pago de horas
extras, haciendo trizas los contratos colectivos y todo tipo de
prestaciones; además, sin mayores dificultades, ha conseguido
apropiarse de las empresas del Estado, incluidas diversas áreas
de PEMEX y de la industria eléctrica. En una palabra, ha
sometido a la clase obrera de México a la ley de la máxima
ganancia.
Mientras un puñado de grandes ricos han visto crecer enormemente
sus fortunas, año tras año se suman al desempleo
cientos de miles de jóvenes, crece el empleo precario en
el comercio, en los servicios y en las maquiladoras donde se pagan
salarios de miseria y no se aplican las mínimas prestaciones
que marca la ley; los capitalistas aprovechan la sobre oferta
de mano de obra y recrudecen la explotación. La peor suerte
la corren los proletarios agrícolas a quienes se les trata
casi como a los viejos esclavos, trabajando de sol a sol, alimentándoles
sólo con unas cuantas tortillas y frijoles, durmiendo hacinados
en galeras, en fin, no se les respetan sus derechos políticos,
laborales, sociales y humanos, mucho menos cuando se van de mojados
al otro lado del río Bravo. En resumen, los capitalistas
hacen recaer la crisis económica sobre las espaldas de
la clase obrera y el proletariado rural.
Y no conforme con eso, el gobierno panista pretende despojar a
la clase obrera de sus conquistas históricas, reducir legalmente
al mínimo las prestaciones con la reaccionaria reforma
a la Ley Federal del Trabajo, que pulverizaría de tajo
el derecho de organización sindical y de huelga, la jornada
máxima de ocho horas, la estabilidad en el empleo y un
sin fin de derechos individuales y colectivos que, en los hechos,
los capitalistas pisotean todos los días, en todas partes,
pero si se aprueba la reforma lograrán “legalmente”
impedir la defensa de los intereses obreros, cerrando el paso
para evitar que los obreros desarrollen cualquier manifestación
de protesta, colocándoles en la ilegalidad cuando pretendan
ejercer sus derechos, además de la represión selectiva
que han venido aplicando todos estos años, la burguesía
pretende abrir legalmente la puerta a la represión general
de las masas.
El charrismo sindical se viste de colores. Los abiertamente pro-patronales
blancos y azules (PAN), en su mayoría controlados por el
Grupo Monterrey, predominan principalmente en las zonas industriales
del norte del país; los amarillos del sol azteca (PRD),
de política colaboracionista de clases y su cretinismo
parlamentario, la hacen de bomberos de la revolución; los
tricolores continúan controlando el Congreso del Trabajo
y ahora lamen las botas del gobernante en turno. La Unión
Nacional de Trabajadores y otros que provienen de las luchas de
los setenta y ochenta del llamado sindicalismo independiente,
hoy impulsan el colaboracionismo de clase, hacen alianzas con
el PAN, el PRD y el PT, según sus intereses. Pero una cosa
tienen en común, todos éstos no representan ninguna
alternativa para el proletariado.
La larga experiencia de lucha de la clase obrera y los trabajadores,
demuestra que enfrentamos una situación desigual, mientras,
pugnamos desde abajo por nuestros derechos y legítimas
aspiraciones, éstas chocan con todo el aparato del sistema
del Estado, del poder burgués, que aprieta todas sus cuerdas
para someternos cada vez más a las cadenas de la explotación
y la opresión, esto significa que si no planteamos la unidad
y proponemos la meta de alcanzar el poder, de luchar por él,
nunca lograremos cambiar la injusta realidad.
Por lo anterior, la clase obrera y los trabajadores en México
no deben esperar que las centrales traidoras al proletariado organicen
en nuestro país la respuesta a la guerra imperialista;
o que luchen en contra de la política pro-imperialista
y anti-popular del régimen capitalista; mucho menos, que
estando al cuidado de garantizar las máximas ganancias
a los patrones, peleen por mejorar las condiciones de vida y de
trabajo de los obreros. Por el contrario, éstos son los
mejores aliados de la burguesía para socavar cualquier
intento de organización o sublevación, por medio
de la represión, el control y la manipulación de
los obreros. Véase como los dirigentes de estas centrales
y sindicatos avalan con distintos matices las reformas reaccionarias
a la Ley Federal del Trabajo, lo que les garantiza prebendas y
asumen continuar con su dominación.
En efecto, si la clase obrera y proletariado de México
desea dar pasos firmes en la organización de la lucha antiimperialista
y antifascista y por el socialismo, si los obreros quieren expresar
su solidaridad con sus hermanos el proletariado y pueblo iraquí,
ha llegado el momento de mandar al basurero de la historia al
sindicalismo charro y neocharro; es hora de combatir con firmeza
y dignidad a los enemigos de clase, pues el proletariado de México
no podrá dar ni un solo paso por su emancipación
si no entra a la lucha directa, si no logra romper las cadenas
organizativas, ideológicas y políticas que le atan
a la cola de los intereses de la gran burguesía, del capital
financiero y del imperialismo.
El Partido Comunista de México (marxista-leninista) hace
un llamado a los obreros concientes a construir células
obreras revolucionarias en las fábricas, fundando núcleos
secretos que llamen a la acción combativa de las masas,
que den la batalla por todas partes bajo las consignas por el
socialismo, uniendo esta lucha contra el imperialismo y el fascismo.
Organizar grupos por departamento, por turno, por fábrica,
según sean las condiciones; y unamos estas fuerzas en la
tarea de formación de una corriente sindical revolucionaria,
un sindicalismo de clase a nivel nacional. Construir estas corrientes
sindicales revolucionarias en todos los sindicatos obreros dominados
por el charrismo sindical es una tarea urgente, porque la clase
obrera necesita un sindicalismo que no sólo impulse la
lucha económica, sino que además contribuya a la
organización revolucionaria de la clase obrera, que tiene
que destruir el actual sistema de explotación y esclavitud
asalariada.
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