Algunos de los problemas más apremiantes
que se plantean en la actualidad, como el desempleo y la pobreza,
golpean más a la mujer y, en especial, a la mujer proletaria
y trabajadora. La patronal aumenta las formas de explotación
del trabajo femenino, rebajando sus salarios, creando cláusulas
especiales en los contratos y aumentando los ritmos y normas de
producción, por ejemplo en los trabajos de la costura,
los servicios domésticos, de oficina y de alimentación,
entre otros. En general, a la mujer se le mantiene en una dependencia
económica con cargas de trabajo esclavizantes.
Frente
a tal situación, un amplio sector de la pequeña-burguesía
fomenta la idea de que la problemática es entre el hombre
y la mujer, y no entre clases antagónicas, que son el proletariado
y la burguesía. Por lo que prosperan tendencias oportunistas,
desde el radicalismo anarquista, la posición trotskista
y la reaccionaria posición burguesa, que plantean: el enemigo
es el hombre. Todas ellas promueven ideas erróneas sobre
la “libertad de la mujer”, tendencias que apagan o
dividen el movimiento revolucionario, ya que pretenden engañar
a las masas populares diciéndoles que sólo con crear
nuevas leyes o reformas a las actuales leyes burguesas, realizando
campañas publicitarias con intereses electoreros, desfilando
desnudas o con una “cacerola”, crean la chispa de
conciencia que llevara a la mujer hacia su emancipación;
insistiendo que son las únicas propuestas reales que las
alejará de la explotación que ancestralmente llevan
sobre sus espaldas.
El
proceso ideológico burgués en la mujer es demasiado
contundente, crean un “modelo” de mujer individualista,
con determinados rasgos estéticos e ideológicos,
para que vayan en busca de lograr la copia de dichos modelos,
creados por la clase explotadora a su imagen y semejanza, de eso
tenemos muchos ejemplos, desde el frívolo modelo de mujer
exitosa, hasta el vacuo modelo de la mujer bella, que encabezan
toda una serie de mujeres que se exponen en los medios de comunicación,
que crean un cuerpo como objeto de mercado, hasta las mujeres
exitosas del régimen como Martha Sahagún o las secretarias
de Estado. En el fondo, los modelos burgueses llevan el propósito
de seguir manteniendo a la clase obrera y demás clases
trabajadores en el letargo, para que dejen de lado la lucha de
clases en su lucha de emancipación.
La
burguesía juega un papel de doble discurso hacia las mujeres,
por un lado habla de igualdad entre hombres y mujeres, pero las
leyes que reconocen sus derechos no se cumplen y son de difícil
acceso para las mujeres pobres, o, efectivamente, deliberadamente
las leyes dejan grandes vacíos que dejan sin protección
a las mujer trabajadora. Por otra parte, en la educación,
en la familia, en la escuela, la religión bajo las leyes
de la sociedad burguesas educan a la mujer para que sea sumisa,
incluso servil. Lo que es muy cierto es que, las condiciones sociales,
de vida, de trabajo, de estudio, de empleo, etc. entre la mujer
burguesa son muy distintas a las de la mujer proletaria o campesina.
Por
eso, es necesario continuar luchando por los derechos específicos
de la mujer trabajadora, obrera, proletaria, agrícola,
empleada y oficinista, por mejores condiciones sociales, de vida,
de trabajo, de estudio, etc., pero cuya lucha no se puede ver
separada de la lucha de las clases explotadas y oprimidas contra
el sistema capitalista y por el socialismo, que puede abrir una
nueva situación a la condición real de la mujer
trabajadora. Porque la emancipación de la mujer sólo
podrá efectuarse, cuando el proletariado, y junto con todo
el pueblo, logren emanciparse.
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