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Número 165 Abril de 2003

 
 

Corrupción y farsa electoral

 

La situación actual evoca la situación de la antigua Roma, que se resquebraja por dentro y los esclavos modernos son llamados a evocar las épicas batallas de Espartaco, y su ejército de rebelados a derrumbar sus pútridas paredes, ya no hay más camino.

Vergonzante, esa es la palabra. Vergonzante. El escándalo en el que se han metido los partidos de la burguesía (PRI, PAN y PRD), El Instituto Federal Electoral, la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), las empresas y magnates involucrados, la dirección estatal de PEMEX y su sindicato, el poder judicial y todas las instituciones del Estado, relacionadas con los casos del fraude en el financiamiento de la campaña de Fox y Labastida demuestra el grado de degeneración y corrupción en el que está sumergido el régimen político mexicano. Ese es el caldo en el que se cocina toda la política de la burguesía y su sistema electoral, un sistema que a unos meses de realizarse las siguientes elecciones federales, por diputaciones y algunas gubernaturas, se encuentra en el total desprestigio.

La detención, en días anteriores del expresidente de la CNBV, Eduardo Fernández, y el proceso fast track en el que la PGR integra su expediente muestran claramente que la lucha por la contienda electoral en las altas esferas del poder burgués se dirimen con vendettas y amenazas por que no salgan los trapitos al sol de los sonados casos Pemexgate y Los Amigos de Fox.

Cuando la inyección de dinero sucio de procedencia incierta a la campaña de Fox, a través de los Amigos de Fox, fue denunciada por el PRI en 2000, se aceleró la carrera de las condiciones y las extorsiones políticas. Las facciones de la burguesía dentro del Congreso de la Unión, se han encargado de convertir esto en el pan de cada día en la presente administración.

Así, cuando salió a flote el desvío de fondos de la paraestatal PEMEX hacia la campaña de La Bastida, y que involucró al diputado y líder sindical Romero Deschamps, esto apareció como contrapeso y los jaloneos entre los partidos, los dimes y diretes, de cierto modo, se han equilibrado. Estos chantajes han servido para negociar entre las fracciones parlamentarias el impulso de tal o cual reforma, los curules, tapar otros desvíos de fondos, las componendas en el aparato burocrático, o el apoyo o no a algún proyecto federal o estatal. Tal es el caso en que se ha presionado, como medida de chantaje, la salida a la luz de los beneficiados del FOBAPROA (hoy IPAB).

La PGR, por otro lado, se ha manejado en el desatino y el descrédito. La participación del poder judicial no ha dejado de tener un tinte mediatizado por los intereses de las partes en pugna, su jurisdicción, lejos de ser independiente se ha visto manipulada por los intereses que el poder ejecutivo orienta y, por ejemplo, en el caso de Deschamps y de Lino Korrodi (uno de los Amigos de Fox), las pesquisas han tenido una perniciosa demora, o en su caso, un carpetazo real.

Esta guerra de destapes de fraudes y de negociación entre las partes no es ajena a los intereses del PRD. Este se ha cargado de un lado o del otro para hacer avanzar sus propuestas en la política nacional. Desgraciadamente para ellos, la necesidad de mantener el juego de la “alternancia” actual, para la oligarquía financiera, ha sido más fuerte.

Sí, el PRD trae entre manos la necesidad de apuntalarse como otra alternativa en la alternancia en el poder para el 2006, sus amigos sudamericanos Chávez, Lula y Gutiérrez le han proporcionado confianza -véase el cierre actual de las filas perredistas- y no pierde esperanzas. Sigue negociando ese propósito y algunas prebendas mediante la efectividad de su voto para un lado del parlamento o para el otro. Y no sólo eso, sino que el espaldarazo de Carlos Slim al PRD no es gratuito y negociar proyectos -como el segundo piso del viaducto y el periférico- son obligación para un partido que adquiere compromisos con la oligarquía financiera, y Slim es el máximo representante de esta. Por ello los perredistas dicen para un lado y para el otro, una vez son blanquiazules, otra tricolores. Algo ha de salir.

Claro está que el IFE no ha podido sortear el golpeteo a la credibilidad de ésta institución. La maquinaria electoral se fricciona ante las inminentes contradicciones interburguesas y su importancia como arma de enajenación popular por el estado empieza a perder fuerza.

Es obvio, estos instrumentos carecen de legitimidad y moral ante el pueblo. Las campañas de poses y sonrisas en los carteles hacia las elecciones de julio navegan entre el descrédito total. Todo esto mientras la crisis económica avanza, haciendo más grande la brecha entre las promesas de campaña y la situación real de las masas, y por supuesto, de la confianza de estas últimas.

Urge una suplantación popular de esta manzana podrida que significa el Congreso de la Unión. Los intereses de las masas deben ser levantados por ellas en una confrontación directa e insurreccional que sepulte esta vieja estructura y levante el poder popular de un gobierno revolucionario.

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