“El
precio medio del trabajo asalariado es el mínimo del salario,
es decir, la suma de los medios de existencia de que tiene necesidad
el obrero para seguir vivo como obrero. Por consiguiente, lo que
el obrero recibe por su actividad es estrictamente lo que necesita
para mantener su mísera existencia y reproducirla".
Manifiesto del Partido Comunista, C. Marx y F. Engels
LA MISERIA ASEGURADA CUANDO EL SALARIO SE CONTROLA POR LOS GRANDES
CAPITALISTAS.
El obrero vende su fuerza de trabajo para poder vivir, el trabajo
es la actividad vital del obrero, pero bajo el capitalismo, no
es, para él, mas que un medio para poder existir, trabaja
para vivir, por lo que el obrero no considera el trabajo parte
de su vida, para él es un sacrificio, lo único que
produce para sí mismo, es el salario. Por eso, considera
que al terminar de vender su fuerza de trabajo, empieza su vida;
cuando ve el partido de fútbol, cuando come, cuando platica
con su esposa e hijos o se toma unas cervezas, etc., para el obrero
las ocho horas de trabajo (como mínimo) son el medio para
ganar el dinero que le permita satisfacer sus necesidades para
reproducir su fuerza de trabajo.
El
obrero se subasta de 8, 10, 12 ó 15 horas de su vida, día
tras día, entregándolas al mejor postor, al propietario
de las materias primas y los instrumentos de trabajo; es decir,
al capitalista. El obrero no pertenece a ningún propietario,
pero las 8, 10, 12 ó 15 horas de su vida cotidiana pertenecen
a quien se las compra. El obrero, en cuanto “quiera”
puede dejar al capitalista y el capitalista le despide cuando
se le antoja, cuando ya no le puede sacar provecho alguno. Pero
el obrero, cuya única fuente de ingresos es la venta de
su fuerza de trabajo, no puede desprenderse de estos feroces compradores,
es decir, de la clase de los capitalistas, sin renunciar a su
existencia, no pertenece a tal o cual capitalista, sino a la clase
capitalista en conjunto, y es incumbencia del obrero encontrar
un patrón, o mejor dicho, encontrar, dentro de esta clase
capitalista, un comprador.
La
actividad productiva del obrero, su fuerza creadora no sólo
repone lo que consume, sino que da al trabajo acumulado un mayor
valor del que antes poseía. El obrero recibe del capitalista
una parte de los medios de vida existentes, ¿para qué
le sirven estos medios de vida? Para su consumo inmediato: comer,
transportarse, vivienda, etc. Pero, al consumir el salario de
que dispone, lo pierde irreparablemente, a no ser que se siga
empleando para producir otras mercancías. Esto se convierte
en su ciclo de vida.
Por
eso, el valor de la fuerza de trabajo del obrero, al igual que
cualquier otra mercancía, se determina por la cantidad
de trabajo necesaria para su producción. Para poder desarrollarse
y sostenerse, una persona tiene que consumir una determinada cantidad
de artículos de primera necesidad. El obrero, al igual
que la máquina, se desgasta y tiene que ser remplazado,
por lo que necesita otra cantidad para criar a sus hijos, que
le remplacen en el mercado de trabajo, para perpetuar la raza
obrera. Además, es preciso dedicar otra suma de valores
al desarrollo de su fuerza de trabajo y a la adquisición
de una cierta destreza. Por lo tanto, históricamente, el
valor de la fuerza de trabajo se determina por el valor de los
artículos de primera necesidad imprescindibles para producir,
desarrollar, mantener y perpetuar la fuerza de trabajo.
Sobre
el problema del salario, Carlos Marx, en su folleto “Salario,
precio y ganancia” (escrito en junio de 1865), después
de una certera explicación concluye:
“1. Una subida general del nivel de los salarios acarrearía
una baja de la cuota general de ganancia, pero no afectaría,
en términos generales, a los precios de las mercancías.
2. La tendencia general de la producción capitalista no
es elevar el nivel medio del salario, sino reducirlo.
3. Las tradeuniones (sindicatos) trabajan bien como centros de
resistencia contra las usurpaciones del capital. Fracasan, en
algunos casos, por usar poco inteligentemente su fuerza. Pero,
en general, son deficientes por limitarse a una guerra de guerrillas
contra los efectos del sistema existente, en vez de esforzarse,
al mismo tiempo, por cambiarlo, en vez de emplear sus fuerzas
organizadas como palanca para la emancipación definitiva
de la clase obrera; es decir, para la abolición definitiva
del sistema de trabajo asalariado.”
¿Qué
pasa cuando el salario se controla por los grandes capitales financieros?
La lucha por el aumento o reducción de los salarios es
una constante entre obreros y capitalistas. El salario mínimo,
fue un logro importante de la lucha del proletariado en todo el
mundo, en contra de la explotación indiscriminada de sistema
capitalista, obligando al burgués a pagar el mínimo
para satisfacer las necesidades básicas de vida. De esta
manera se le impedía al capitalista comprar la fuerza de
trabajo del obrero por un pago miserable.
En México, la Constitución de 1917, eleva el salario
mínimo a garantía social en su artículo 123,
que dice que el salario mínimo debe ser suficiente para
satisfacer las necesidades "normales de un jefe de familia
en el orden material, social y cultural" ( Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, México,
1994, p. 125, Edición del IFE,). Esta conquista se perdió
con el paso del tiempo, tras la corporativización de los
obreros, la represión y la casi nula combatividad en que
se ha visto en las últimas décadas.
Actualmente el salario mínimo, se ha convertido en un referente
en el mercado laboral, ya que el control y contención de
los salarios mínimos, por la burguesía, presiona
hacia abajo los salarios en general. El deterioro del salario
mínimo refleja la pérdida de las demás percepciones
de los trabajadores. El salario mínimo, revisado por los
patrones y sindicatos charros y blancos, se convierte en un manipulador
que controla el nivel de vida de los trabajadores asalariados.
Los obreros al no movilizarse en protesta por estos acuerdos,
han perdido esta garantía social, descendiendo a la pobreza
y extrema pobreza.
Veamos,
entre 1982 y el 2002, las remuneraciones promedio contractuales
bajaron 56.38%, al pasar de $50.13 pesos en 1982, a $21.87 diarios,
en el 2002; las remuneraciones manufactureras descendieron 31.63%,
al pasar de $130.80 a $89.43 pesos diarios, entre 1982 y 2002;
en la industria de la construcción, disminuyeron 43.07%,
al pasar de $63.55 pesos diarios a $36.18; los salarios medios
del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) perdieron 43.07%,
al pasar de $74.14 pesos diarios a $42.21; y las remuneraciones
de la industria maquiladora de exportación perdieron 10.29%,
pasando de $66.51 pesos a $59.66 diarios; todos, para el mismo
periodo.
En
el transcurso de la presente administración, de diciembre
del 2000 a noviembre del 2002, el salario mínimo perdió
9.17% de su valor. El poder adquisitivo del minisalario, pasó
de obtener apenas el 28.07% de la Canasta Básica Indispensable
(CBI), al 25.50%.
Estudios nacionales e internacionales señalan a nuestro
país como uno de los más pobres del mundo: en 1998
México se encontraba entre los doce países más
pobres del mundo según el Banco Mundial; el organismo señala
también que 40% de la población sobrevive con menos
de 17 pesos y afirma que, contrariamente, hay un 20 por ciento
de la población que concentra más de la mitad del
producto económico del país.
El
investigador Julio Boltvitnik, asegura que la pobreza en nuestro
país afecta alrededor de 65 millones de personas, 40 millones
de las cuales viven en condiciones extremas. Según la Organización
Internacional del Trabajo (OIT), en América Latina el "sector
informal" genera 85 de cada 100 nuevos empleos. Los trabajadores
informales representan el 40 por ciento de la Población
Económicamente Activa, además afirma que el "sector
informal" "se ha constituido en un refugio al desempleo".
(Periódico El Financiero, 8-05-98, pag. 10.)
Es
claro que las grandes empresas transnacionales (nacionales y extranjeras),
sobre todo estadounidenses, aprovechan el bajo costo de la mano
de obra, por lo que, los trabajadores, son para la economía
estadounidense, lo que la mano de obra asiática es para
la economía japonesa: una mano de obra barata, controlada
y desplazable según sus requerimientos.
El
gobierno mexicano se vanagloria por el éxito del TLCAN,
ya que la exportación de productos manufactureros en el
2000 generó ingresos de 136 mil millones de dólares,
de lo cual, la manufactura produjo el 89%; y, por tanto, esa cantidad
forzosamente genera empleos. Pero las exportaciones se hacen trayendo
del extranjero la mayoría de las mercancías, entonces
lo que hace México es importar la computadora desarmada
y la ensambla; importar el automóvil desarmado y lo ensambla.
Sólo se ensambla lo que proveniente del extranjero. En
realidad la contribución de la maquila es la tercera parte
de esos 136 mil millones. México no cuenta con infraestructura,
incluso, para el gobierno mexicano, una razón para que
venga el capital extranjero es la existencia de salarios mal remunerados.
Los
obreros deben oponerse a la rebaja de sus salarios y luchar por
conseguir una subida de estos. Sin la constante presión
de los obreros continuará la reducción de los salarios.
Las luchas de la clase obrera contra el patrón son acciones
inseparables de todo el sistema capitalista, la necesidad de forcejear
con el patrón acerca de su precio, va unida a la situación
del obrero, que le obliga a venderse a sí mismo como una
mercancía. Si en sus conflictos diarios con el capital
los obreros cediesen cobardemente, se descalificarían sin
duda para emprender movimientos de mayor envergadura.
Señala
Carlos Marx: “Al mismo tiempo, la clase obrera no debe exagerar
el resultado final de estas luchas diarias. No debe olvidar que
lucha contra los efectos, pero no contra las causas de estos efectos;
que lo que hace es contener el movimiento descendente, pero no
cambiar su dirección; que aplica paliativos, pero no cura
la enfermedad. No debe, por tanto, entregarse por entero a esta
inevitable guerra de guerrillas, continuamente provocada por los
abusos incesantes del capital o por las fluctuaciones del mercado.
Debe comprender que el sistema actual, aun con todas las miserias
que vuelca sobre ella, engendra simultáneamente las condiciones
materiales y las formas sociales necesarias para la reconstrucción
económica de la sociedad. En vez del lema conservador de:
«¡Un salario justo por una jornada de trabajo justa!»,
deberá inscribir en su bandera esta consigna revolucionaria:
«¡Abolición del sistema de trabajo asalariado!».(Carlos
Marx, “Salario, precio y ganancia”.)
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