Como
lo señalamos en números anteriores, el compañero
Cosme Damián Sastreé Sánchez, militante del
Frente Zapatista de Liberación Nacional, en Tijuana, Baja
California; fue asesinado por la policía, el 3 de octubre
de 1999. Precisamente en el marco del programa “Cero tolerancia”,
aplicado en esta ciudad fronteriza por el Gobierno municipal del
panista Francisco Vega de la Madrid.
En este año se acentúan los rasgos de la brutalidad
policíaca heredados de la aplicación del programa
mencionado. La prueba son las redadas policíacas, principalmente
contra los jóvenes de los barrios; la movilización
de enormes grupos de la fuerza pública, incluyendo a la
Policía Federal Preventiva, en las colonias populares;
la militarización de la ciudad; la restricción,
en los hechos, de las garantías individuales más
elementales, para la clase trabajadora; la proliferación
de “suicidios” en los penales del estado; el horario
restringido en Tecate para la juventud (“toque de queda”),
y ahora la prohibición de vestirse de mujer a los homosexuales;
entre otras cuestiones.
El asesinato de Cosme Damián forma parte de este contexto.
Detenido por faltas mínimas, fue ahorcado y tachado de
lumpen, con el fin de justificar un clásico acto de brutalidad
policíaca mientras se afirmaba que se había suicidado.
Incluso, todas las pruebas que su organización presentó
para acreditar el asesinato, como las marcas de estrangulamiento
en su cuello; la desaparición de su cuerpo, por horas,
en el interior del penal; la participación activa de un
policía cuya presencia se relacionaba con otros “suicidios”;
la enorme cantidad de irregularidades en su proceso; las autopsias
amañadas, sirvieron sólo para prevenir al Estado,
para reafirmar y corregir la coartada.
El hecho del asesinato del compañero no está aislado
es parte de la aplicación de la cero tolerancia en contra
del pueblo, en contra de la clase obrera y los trabajadores, en
contra de la juventud popular. Es la reafirmación del carácter
opresivo del capitalismo. Es la criminalización anti-popular
que pretende, únicamente, eliminar la violencia que le
afecta a los empresarios, a los banqueros, a las multinacionales
y a los monopolios, violencia que estos últimos han generado
a partir de la apropiación legal o violenta de la máxima
ganancia, a partir de la degeneración de su propio sistema.
Es la prueba de que los derechos humanos y las garantías
individuales son simple letra muerta en el régimen de esclavitud
asalariada. Es un ejemplo de cómo el Estado sigue siendo
un instrumento a favor de los intereses de la clase dominante,
en este caso la oligarquía financiera y el Imperialismo,
cuyos proyectos de seguridad, sólo intensificarán
la violencia reaccionaria, en aras de sostener el orden de cosas.
Cosme nunca fue un comunista. Pero formó parte del sector
de izquierda del FZLN. Por sus aspectos democráticos-revolucionarios,
por su contribución a la lucha de los explotados y los
oprimidos, hoy, a tres años de su muerte, seguimos exigiendo
fin a la brutalidad policíaca y la persecución política.
Hoy exigimos justicia para Cosme y castigo para sus asesinos.
¡Por
los compañeros caídos, no sólo un minuto
de silencio, sino toda una vida de lucha!
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