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Número
162 Diciembre de 2002 |
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EL
JUICIO MILITAR CONTRA LOS NARCOGENERALES |
UN ENJUAGUE DE LA CARA SUCIA DEL ESTADO MEXICANO Y PRINCIPALMENTE
DEL EJERCITO |
Dos
personajes, de negra trayectoria, ejecutantes de secuestros, torturas,
asesinatos, detenciones y desapariciones, durante la década
de los años 70, pertenecientes a la estructura del poder
político del país, además de estar ligados
al narcotráfico, están siendo “juzgados”,
por sus relaciones con éste, “asociación delictuosa
y ofensa al honor militar”. Por ello el Tribunal Militar,
les dictó auto de formal prisión (preventiva) y
se está “estudiando” el caso de la demanda
por “involucramiento” en los casos de homicidio de
143 personas activistas (o familiares) de movimientos políticos
y armados, principalmente del estado de Guerrero.
A 34 años de la masacre estudiantil en Tlatelolco y a unas
semanas del “narco-escándalo” en la zona militar
de Sinaloa, la burocracia -de la oligarquía panista en
turno- para mostrarse democrática y transparente, por lo
trascendente del caso instruyó el “sacrificio”
de Francisco Quiroz Hermosillo y Arturo Acosta Chaparro, militares
en activo. Les iniciaron un proceso de juicio militar “público”
e “inédito” por actividades delictivas, con
el propósito de limpiar la imágen y recuperar la
credibilidad de unos de los instrumentos más importantes
de represión, el ejército, y con ello legitimar
las acciones de Estado cometidas en las últimas dos décadas
en contra de los movimientos populares y revolucionarios.
Las fuerzas armadas sólo han servido para someter por la
fuerza al proletariado, nunca han sido utilizadas para combatir
las injusticias de la burguesía en contra del pueblo. Gozan
de libertad cuando cometen actos criminales; por su fuero militar
no pueden ser juzgados por tribunales civiles, menos por los reclamos
o exigencias populares. El ejército es junto con otros
cuerpos de seguridad, los principales actores contra el movimiento
revolucionario. Por su efectividad contra la población
indefensa, su actividad se ha extendido hasta las funciones civiles
de la seguridad (el caso de la Policía Federal Preventiva,
por mencionar uno), para ejercer mayor control y dar mayor seguridad
a los intereses de los patrones. Son pieza importante en el narcotráfico
a niveles de Estado.
Las actuaciones criminales de estos dos generales, uno, diplomado
del Estado Mayor Presidencial y General de División. Y
el otro, ex-comandante del Batallón Olimpia (ejecutores
de la masacre del 2 de octubre de 1968) y hoy General de Brigada,
no sólo fueron conocidas, sino también planeadas
por el ejército y el Estado. Ellos fueron los responsables
de la política interna del país, gobernadores, Secretarios
de Defensa, Procuraduría General Militar, Secretaría
de Gobernación, Procuraduría General de la República,
CISEN, y Presidentes de la República en turno: Gustavo
Díaz Ordaz, Luis Echeverría, Miguel de la Madrid,
Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo.
Estos instrumentos y personeros del aparato burgués actuaron
abierta y encubiertamente para resguardar los intereses de la
oligarquía, como hoy lo sigue haciendo el gobierno de Fox.
Juzgarlos realmente, como reconoce otro personero del ejército
-que reclama que también se juzgue a los guerrilleros asesinados
por el homicidio de 30 militares en el cumplimiento de su deber-
significa juzgar también a los mandos superiores. Situación
que no permitirá el estado, porque significa deslegitimarse,
condenarse y mostraría la naturaleza explotadora, opresiva
y criminal de la clase en el poder y su aparato.
Por eso, el hacer público el juicio militar de los militares,
representa un espectáculo y una medida más de encubrimiento
y mediatización de las masas, que no es suficiente. Estos
dos narco-generales, sólo son dos peones del tablero político
del poder, donde el PRI y el PAN ajustan sus cuentas por los escenarios
políticos a conquistar, por lo que la reclusión
de estos narco-generales, sólo será, (si es que
son castigados) un retiro espiritual, en tanto sus sacrosantos
superiores se revuelcan para mantener el poder.
Por esto, es posible entender el papel que juega la Fiscalía
Especial Para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado,
creada por el gobierno foxista, como la Comisión Nacional
de Derechos Humanos, que creó Salinas de Gortari. Mecanismos
creados por la oligarquía, para impedir que el pueblo construya
sus propios instrumentos que juzguen y castiguen realmente a sus
opresores. Como un recurso necesario, justo y legítimo.
Además, es una forma en que el régimen mediatiza
y desarticula la lucha popular, encuadrándola dentro del
“Estado de Derecho”, es decir a sus leyes e instituciones
corruptas.
Creer en la justicia burguesa, en sus leyes y en sus instrumentos,
es una ilusión vana, la burguesía la fomenta y los
reformistas la alimentan, también es una acción
conciliadora y reaccionaria que ha utilizado la socialdemocracia
y recientes grupos armados, para impedir que el proletariado destruya
el capitalismo por la vía revolucionaria. Para terminar
las injusticias burguesas el proletariado no tiene otra alternativa
que organizarse como clase social en su Partido y luchar contra
sus enemigos: los burgueses y sus seguidores, de manera irreconciliable
y sin claudicaciones. El proletariado hará justicia en
los tribunales populares revolucionarios, que juzguen y que castiguen
a los responsables de tanta ignominia y deshumanización.
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